es mucho a Carmen, ?no es cierto?
--Cierto es que la quiero mucho.
Se enderezo el de Luzmela conmovido y le blanqueo intensamente la faz
cetrina.
--Oye bien, Salvador...: voy a dejar sola en el mundo a Carmen, y Carmen
es mi hija; tiene apenas trece anos la inocente, y quedara en la vida
sin sombra y sin nombre....
Se apago tremulante la voz del solariego; Salvador, inmutado por la
gravedad de aquella revelacion que tal vez esperaba, se atrevio a decir,
despues de meditar:
--Si usted la reconoce....
Otra vez se alzo, como en sollozo contenido, la voz temblorosa.
--Pero estoy fatalmente condenado a no poder hacerlo.... Esta unica flor
de mi existencia es el fruto de mi mayor pecado...: no hablemos de el,
que es irremediable; hablemos de ella, de la pobre flor sin sombra.
--?No estoy aqui yo? ?De nada podre servirle cuando tanto la quiero?
--Si; si que la serviras de mucho: esa es mi esperanza....
--Pues ordene usted, senor.
--Si tu fueras tambien mi hijo, yo te la confiaria descansadamente.
Estaba Salvador anhelante, mirando al enfermo, que continuo con su voz
grave y triste:
--Pero no lo eres, no; yo te lo juro.... Por ahi se ha dicho que si...;
ise dicen tantas cosas! Yo he oido el rumor de esta calumnia rondando
en torno mio, y la he dejado crecer a intento, porque si esta mentira
ponia una mancha mas en mi reputacion, ponia en cambio un poco de
prestigio en tu juventud abandonada. Si eras hijo del senor de Luzmela
tenias porvenir, y tenias un puesto en la vida...; pero no lo eres,
no....
Estaba Salvador tremulo; tenia el semblante demudado y una expresion
desolada en los ojos. Veia quebrarse en pedazos su mas cara ilusion. Era
bueno; pero era hombre y habia sentido siempre atenuada la ignominia de
su madre, creyendo culpable de ella al noble senor del valle, don Manuel
de la Torre y Roldan. He aqui que don Manuel era inocente de la deshonra
que le hizo nacer, y que Salvador, herido en su orgullo, veia el nombre
de su madre hundirse en la infamia, como si hasta aquel momento hubiera
estado solamente empanado de un leve rubor.
--Entonces, mi padre... murmuro temblando.
--Piensa solo en tu madre--respondio el caballero; los padres de ocasion
somos siempre unos cobardes..., unos viles; iellas, las madres si que
son valientes en casi todas las ocasiones! La tuya lo fue; por verla
yo, tan desgraciada y tan sufrida, cargar contigo denodadamente, dile
apoyo y la cobre afecto. No me recate
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