ores,
duran aquellos al modo de estos toda la vida. Por donde se ha de
reparar, si la mudanza es solo en alguna, cosa de poco momento, o en
todo el artificio y orden de la oracion; pues aunque en parte mude un
Escritor de estilo, en el todo suele guardar uniformidad. La razon es,
porque el estilo especial que cada Escritor tiene, nace en parte de los
afectos, inclinaciones, ingenio, imaginacion, y estudio; y aunque estas
cosas suelen mudarse en diversas edades, y tiempos; pero no suele ser
general la mutacion. Por esto si en un escrito se halla, que la
diversidad de estilo es de poca importancia, comparada con los escritos
genuinos de un Autor, no bastara aquella mudanza para tenerle por
espureo; y si la diferencia fuese notabilisima, da vehementes sospechas
de ser supuesto, y falsamente atribuido,
[71] Regla decima: _En las cosas de hecho y de doctrina, para
admitirlas, es preciso considerar las pruebas y fundamentos de ellas,
sea quien quiera el Autor que las afirma_. Esta maxima es importantisima
en el uso de las Artes y Ciencias humanas, en el trato civil, en la
politica, y economica, y otras semejantes ocurrencias, en que hemos de
saber las cosas que los hombres nos comunican. Fundase esta regla en que
todo hombre es falaz, y ninguno hay que no suela preocuparse, o
precipitar el juicio, ni todos saben hacer buen exercicio de los
sentidos, ni evitar los errores que ocasionan las pasiones, y la
imaginacion: por consiguiente a nadie hemos de creer sobre su palabra,
sino sobre sus razones. Fuera de esto no debemos cautivar nuestro
entendimiento en obsequio de lo que los demas hombres piensan, porque
esto es privilegio especial de Dios, a cuyas voces hemos de sujetar
nuestra creencia sin examen. Pero como cada uno de nosotros tiene
derecho a no ser enganado, y por experiencia incontrastable sabemos que
los hombres estan expuestos al error, y que todos nos pueden enganar, o
por ignorancia, o por malicia, por esto a nadie se debe creer
absolutamente y por si, sino solo segun las pruebas que alegare. El
creer ciegamente a los hombres sin discernimiento y sin examen, ha hecho
que en muchos libros no se halla la verdadera Filosofia, sino lo que
dixo Aristoteles, o Averrohes, o Cartesio, o Newton; y es cosa
comunisima ver, que no tanto se intenta convencer la verdad con las
pruebas fundadas en la razon, como en la autoridad de los hombres que
pueden enganarnos, y que solo han de convencernos por las razones con
que apoyan s
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