ratas que alli se reunian, quienes le trataban
con harta confianza que no pocas veces degeneraba en groseria. Era
hombre afable, inteligente, muy corrido y experto en el trato de los
hombres; tolerante con toda clase de vanidades por el mismo desprecio
que sentia hacia ellas. No obstante, con la apariencia de hombre cortes
e inofensivo, guardaba en el fondo de su alma un fondo satirico que le
servia para vengarse lindamente, con alguna frase incisiva y oportuna,
de las demasias de sus amiguitos los sietemesinos del _Club_. Estos le
profesaban una mezcla de afecto, desprecio y miedo. Nadie conocia su
procedencia, aunque se daba por seguro que habia nacido en humilde cuna.
Unos le hacian hijo de un carnicero de Sevilla; otros le declaraban
granuja de la playa de Malaga en su juventud. Lo que se sabia de
positivo, era que hacia ya muchos anos habia aparecido en Madrid como
parasito de un titulo andaluz, el cual, despues de haber disipado su
fortuna, se salto los sesos. En la compania de este, nuestro Pinedo
adquirio gran numero de relaciones utiles, llego a conocer y tratar a
toda la gente que hacia viso, entre la cual era popular. Tenia el buen
tacto de echarse a un lado cuando tropezaba con un hombre inflado y
soberbio, dejandole paso. No excitaba los celos de nadie y esto es medio
seguro de no ser aborrecido. Al mismo tiempo su ingenio, su caracter
socarron, que procuraba mantener siempre dentro de ciertos limites,
despertaba a menudo la alegria en las tertulias; bastaba para darle en
ellas cierta significacion, que de otro modo no hubiera disfrutado.
No tenia mas familia que una hija de diez y ocho anos llamada Pilar. Su
mujer, a quien nadie conocio, habia muerto muchos anos hacia. Su sueldo
era de cuarenta mil reales, y con el vivian economicamente padre e hija,
en el tercero que Calderon les dejaba por veintidos duros al mes. Los
gastos mayores de Pinedo eran de representacion. Como frecuentaba una
sociedad muy superior a la que, dada su posicion, le correspondia, era
preciso vestir con elegancia y asistir a los teatros. Comprendiendo la
necesidad absoluta de seguir cultivando sus relaciones, que eran las
pilastras en que su empleo se sustentaba, imponiase tales dispendios sin
vacilar, ahorrandolo en otras partidas del presupuesto domestico. Vivia,
pues, en situacion permanente de equilibrio. El empleo le permitia
frecuentar la sociedad de los prepotentes, mientras estos le ayudaban
inconscientemente a mantenerse en
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