la afligia,
entrecortandole la voz. Aquel rosario era interminable, porque detras de
sus infinitos paternoster venian las letanias, llagas, misterios,
jaculatorias, oraciones, gozos y endechas misticas. La noche las
sorprendia en aquel devoto ejercicio, y era muy comun que alguna de las
chiquillas, rendida bajo el peso moral de tan monotono y cansado rezo,
bostezara tres veces y se durmiera al fin benditamente. Parapetada
detras de sus antiparras, la madre Angustias observaba los bostezos y
acariciaba su cana dictatorial sin decir palabra a la culpable,
esperando a que se durmiera, y entonces iira de Dios! le sacudia un
canazo, seguido de una retahila de insinuaciones colericas. Las otras
ninas, que no esperaban mas que un motivo de distraccion y
entretenimiento, al ver la triste figura que hacia su companera al
despertar bruscamente, soltaban la risa, se interrumpia el rezo, grunia
la madre Brigida, cacareaba la madre Angustias, y llovian los canazos a
diestra y siniestra. Al anochecer continuaban las lecciones y el
catecismo. La madre Angustias les decia: "Ahora el ca ... ca ...
tecismo. Madre Bri ... Bri ... Brigida, la que no lo sepa, al ca ... ca
... caramanchon."
Y se marchaba a acostar, porque padecia de ciertos ahoguillos, y tenia
que ponerse todas las noches panos calientes en el estomago.
Clarita y otras ninas de la escuela creian a pie juntillas que la madre
Angustias no tenia ojos, y que todas sus facultades opticas residian en
aquellos dos temibles vidrios verdes, engastados en una armazon rancia y
enmohecida; y acontecia que para imitarla cortaban dos redondeles de
papel verde del forro del catecismo y se lo pegaban con saliva en los
ojos, con lo cual se morian de risa. Como no podian ver gota con
aquellos parches, sorprendiolas un dia la madre Petronila, que era un
vinagre, y despues de darles muchos coscorrones, las condeno a no comer
ni jugar aquel dia, iQue horas pasaron las pobres!
Otra vez se hallaban todas en el patio, y ocurriosele a un pajarito muy
flaco meterse alli por el tejado y posarse, despues de chocar en los
muros, en el entristecido clavel. iQue algazara se armo! Aquel fue el
mayor acontecimiento del ano. Con panuelos, con mantos, con cuanto
hallaron a mano, le persiguieron hasta cogerle; ataronle un hilo en una
de las patas, y Clara le guardo muy bien en un cajoncillo donde tenia la
costura. A escondidas le echaban de comer por las noches; pero el
animalito enflaquecia y se ponia
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