Senti verlo, porque despues, durante mucho tiempo, se me
venia su imagen a la memoria.
XII
NUESTRA GRAN AVENTURA
Cuando vi que el _Stella Maris_ quedaba abandonado, se me ocurrio el
proyecto de ir hasta el y reconocerlo. Tenia la ilusion de que, por una
casualidad, pudiese quedar a flote. Al exponer mi plan a Zelayeta y a
Recalde les produjo a los dos entusiasmo y asombro.
Decidimos esperar a que cesaran las lluvias; tuvimos que aguardar todo
el invierno. Las fantasias que edificamos sobre el _Stella Maris_ no
tenian fin, lo pondriamos a flote, llevariamos a bordo el canon
enterrado en la cueva proxima al rio, y nos alejariamos de Luzaro
disparando canonazos.
Un dia de marzo, sabado por la tarde, de buen tiempo, fijamos para el
domingo siguiente nuestra expedicion.
Yo adverti por la noche a mi madre que ibamos los amigos a Elguea, y que
no volveriamos hasta la noche.
El domingo, al amanecer, me levante de la cama, me vesti y me dirigi de
prisa hacia el pueblo. Recalde y Zelayeta me esperaban en el muelle.
Zelayeta dijo que quiza fuera mejor dejar la expedicion para otro dia,
porque el cielo estaba obscuro y la mar algo picada; pero Recalde afirmo
que aclararia.
Ya decididos, compramos queso, pan y una botella de vino en el
_Guezurrechape_ del muelle; bajamos al rincon de _Cay erdi_ donde
guardaba sus lanchas Shacu; desatamos el _Cachalote_ y nos lanzamos al
mar. Llevabamos un ancla pequena de cuatro unas, atada a una cuerda, y
un achicador consistente en una pala de madera para sacar agua.
Iriamos dos remando y uno en el timon, y nos reemplazariamos para
descansar. Salimos del puerto; el horizonte se presentaba nublado, con
algunos agujeros, en cuyo fondo brillaba el azul del cielo; pasamos la
barra en nuestro _Cachalote_, que bailaba sobre las olas como un
cetaceo jovial, y comenzamos a doblar el Izarra a larga distancia de los
arrecifes.
Yo me acordaba de las fantasias de Yurrumendi acerca de la sima que hay
en aquel sitio en el mar, y me veia bajando al insondable abismo con una
velocidad de veinticinco millas por minuto.
A pesar de las seguridades de Recalde, el cielo no aclaraba; por el
contrario, iba quedando mas turbio, mas gris; habia pocas traineras y
lanchas de pesca fuera del puerto.
El viento soplaba con fuerza, en rafagas violentas; las olas batian las
rocas del Izarra produciendo un estruendo espantoso y llenandolas de
espuma.
Pasamos por delante de Frayburu, la pena
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