as cortas, ya
grises. Hablaba con un acento entre vascongado y andaluz, intercalando
palabras filipinas; tipo de marino a la antigua, conocia muy bien su
derrota, pero en lo demas estaba poco enterado. Le gustaba la ciudad y
la vida social. Habia estudiado en Vergara y sabia tres cosas no muy
frecuentes entre los marinos mercantes: sabia latin, sabia bailar y
sabia hacer versos.
Don Ciriaco quiso completar mi educacion, y varias veces me pregunto si
no tenia aficion a la poesia o al baile; pero sin duda mis aptitudes no
iban por ese camino.
Salimos de Cadiz; aun no se habia pensado en abrir el istmo de Suez, y
el viaje a Filipinas se hacia por el Cabo de Buena Esperanza. Bajamos
por la costa de Africa a buscar los vientos alisios, atravesamos las
calmas ecuatoriales y paramos en Cabo Verde. Continuamos hacia el sur,
hasta hallar los vientos del oeste y poder cortar las calmas del tropico
de Capricornio; doblamos el Cabo y fuimos dando una gran vuelta por el
mar de las Indias, en direccion del estrecho de la Sonda.
La primera Nochebuena a bordo la pase en el Oceano Indico, despues de
una tarde sofocante. De dia, el mar estuvo como una llanura inmovil de
cristal fundido por el sol, y la noche fue esplendida, cuajada de
estrellas refulgentes.
La mayor parte de la tripulacion la formaban chinos que no celebraban
este dia. Pero los espanoles vascongados y andaluces estuvimos bebiendo
y cantando hasta muy entrada la noche.
Atravesado el estrecho de la Sonda, nos quedaba poca distancia. Tardamos
en toda la travesia cinco meses, y, como el viaje en este tiempo era
para don Ciriaco un exito, entramos en la bahia de Manila disparando
cohetes.
Los dias que pase en Manila se deslizaron para mi rapidamente; todo lo
encontraba nuevo y lleno de interes; era un chico, y no tenia motivos
mas que para estar contento.
Salimos de Filipinas en marzo, y, en vez de volver por el estrecho de la
Sonda, fuimos con la monzon del sudoeste a entrar en el mar de las
Molucas, pasamos por el estrecho de Gilolo y luego por el paso de Pitt y
el estrecho de Ombay.
Desde aqui hicimos rumbo, para llegar lo mas pronto posible a la region
de los alisios, que pensabamos encontrar hacia los paralelos 18 deg. o 20 deg.;
pero no tuvimos suerte.
Al doblar el Cabo de Buena Esperanza luchamos con una violenta
tempestad, que por poco no nos arrastra hacia los escollos del
continente africano, y en todo el resto del viaje fuimos padeciendo
borra
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