grande, negra, la hermana mayor
de las rocas del Izarra, que desde el mar parece un torreon en ruinas.
Comenzamos a acercarnos al _Stella Maris_. El aspecto de la goleta con
los mastiles rotos, tumbada sobre una banda como un animal herido en el
corazon, era triste, lastimoso.
El mar chocaba contra las penas y sobre el costado del barco,
produciendo un ruido violento como el de un trueno, las gaviotas
comenzaban a revolotear en derredor nuestro, lanzando gritos salvajes.
Estabamos emocionados; Zelayeta y yo, creo que hubieramos vuelto a
Luzaro con mucho gusto, pero nada dijimos. Recalde no era de los que
retroceden. Las dificultades y el peligro le excitaban. Proponiendole
volver no le hubieramos convencido, y, tacitamente, los dos mas reacios
nos decidimos a obedecerle. Terco, pero sin arrebatos, Joshe Mari era
habil y marino de instinto.
Sabia que habia un canalizo estrecho, de cuatro o cinco brazas, entre
los arrecifes, y queria penetrar por el para acercarse a la goleta.
Muchas veces enfilamos la entrada del canal; pero al ir a tomarlo nos
desviabamos.
Recalde nos mandaba aguantar en sentido contrario para detenernos.
--iCiad! iCiad!--gritaba.
Y nosotros metiamos las palas de los remos en el agua, resistiendo todo
lo posible.
Hubo un instante en que no pudimos contrarrestar el impulso de una ola,
y entramos en el canalizo rasando las rocas, envueltos en nubes de
espuma, expuestos a hacernos pedazos.
Alrededor, cerca de nosotros, todo el mar estaba blanco; en cambio, por
contraste, mas lejos parecia completamente negro.
Las olas saltaban sobre las penas con tal fuerza que, al caer la espuma
en copos blancos como nieve liquida, nos calaba la ropa.
A medida que avanzabamos en el canal, el mar iba quedando mas tranquilo;
el agua verdosa, casi inmovil, se cubria de meandros de plata.
Cuando nos vimos en seguridad nos miramos satisfechos. Zelayeta se puso
a proa con el bichero, y Recalde y yo, unas veces remando y otras
empujando contra las rocas, avanzamos despacio. De pronto, Zelayeta
grito, mientras apretaba con el bichero:
--iEh! Parad.
--?Que pasa?
--Hay que pararse. Perdemos fondo.
El bote iba rasando la roca. Nos detuvimos. Estabamos a veinte pasos del
barco. Yo vi que de la popa colgaba una braza de cuerda; salte de pena
en pena y comence a escalar el _Stella Maris_ a pulso.
[Ilustracion]
Al asomarme por la borda, una bandada de pajaros y de gaviotas levanto
el vuelo, y ta
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