gigante de
los ojos encarnados; pero creo que no le consideraba a la altura de la
_Egan suguia_, la gran serpiente alada del Izarra, con sus alas de
buitre, su cara siniestra de vieja y su aliento infeccioso.
Nos hablaba, tambien, Yurrumendi de esos pulpos gigantescos con sus
inmensos tentaculos, que pueden hacer naufragar una fragata; del mar de
los Sargazos, en donde se navega por tierra, por verdadera tierra, que
se abre para dejar pasar un buque; de los paises donde nievan plumas; de
los delfines, que tienen esa extrana simpatia mal explicada por los
hombres; de las sentimentales ballenas, cuya desgracia es pensar que la
humanidad estima mas su aceite que su melancolico corazon; de los mil
enanos jorobados y extravagantes de las costas de Noruega; de las
serpientes de mar que persiguen, aullando, a los barcos; de la arana del
Kraken, en el pino de Portland, en Inglaterra, y de ese monstruo
terrible del Maelstrom, cuyas fauces sorben el mar y tragan las
imprudentes naves haciendolas desaparecer en sus gigantescas entranas.
Tambien le daba mucha importancia a la _Curcushada_ (los cuernos de la
luna), que creia que tenia una gran relacion con la vida de los hombres.
Otro de los motivos favoritos de Yurrumendi era la descripcion de la
isla del Fuego, en donde el habia estado alguna vez. En la cumbre de
esta montana inaccesible arde un fuego intermitente que se enciende de
noche y se apaga de dia.
Alguno pensaba que quiza se trataba de un volcan cuyas llamas no se
pueden ver a la luz del sol; pero Yurrumendi aseguraba que esta hoguera
la hacian todas las noches las almas de los marineros del celebre pirata
Kidd, que guardan alli un inmenso tesoro escondido.
Otra de las cosas mas interesantes que algunos llegaban a ver en el mar,
segun Yurrumendi, era un buque fantasma, tripulado por un capitan
holandes. Este perdido, borracho, blasfemador y cinico pirata, anda, con
un equipaje de canallas, haciendo fechorias por el mar. Si el maldito
holandes se acerca al barco de uno, el vino se agria; el agua se
enturbia; le carne se pudre. Si le envia a uno una carta, ya puede no
leerla, porque se vuelve loco inmediatamente, tales absurdos y mentiras
dice.
Yurrumendi contaba que solo una vez habia visto, a lo lejos, al maldito
holandes; pero, afortunadamente, no se le habia acercado.
Otras veces, el viejo marino nos contaba una serie de crueldades
horribles: piratas que mandaban cortar la lengua o las manos a los que
cai
|