o.
La mayoria de los hombres se sienten muy orgullosos de su constancia, de
la permanencia de sus propositos. Son consecuentes como el acero de una
brujula rota o enmohecida, y esto les parece una gran virtud.
Saben adonde van, de donde vienen. Cada paso en el camino de la vida lo
llevan contado y calculado.
Si les escuchamos, nos diran: "No nos detengamos a contemplar el mar o
las estrellas; no hay que distraerse. El camino espera. Corremos el
peligro de no llegar al fin".
iEl fin! iQue ilusion! No hay fin en la vida. El fin es un punto en el
espacio y en el tiempo, no mas trascendental que el punto precedente o
el siguiente.
Debe ser grande el asombro de esos hombres discretos, previsores y
sensatos, al ver a muchos que, sin preocuparse gran cosa por las
revueltas del camino, van llevados en alas de la suerte por iguales
derroteros que ellos, y que tienen, ilos insensatos!, ademas de la
satisfaccion de conseguir un fin, cuando lo consiguen, el placer de
mirar a un lado y a otro de su ruta y de ver como sale el sol y se pone
el sol, y como brotan las estrellas en el cielo de las noches serenas.
[Ilustracion]
La preocupacion por conseguir un fin nos intranquiliza a todos los
hombres, aun a los mas desaprensivos, aun a los mas indolentes, y yo,
por mi parte, hubiera deseado vivir todavia mas en cada hora, en cada
minuto, sin la nostalgia del pasado ni la ansiedad por el porvenir.
Este deseo es consecuencia de mi fondo de epicurismo y de la decantada
indolencia que tanto me han reprochado, y que, sin duda, desarrolla y
exagera la vida del marino.
Realmente, el mar nos aniquila y nos consume, agota nuestra fantasia y
nuestra voluntad. Su infinita monotonia, sus infinitos cambios, su
soledad inmensa nos arrastran a la contemplacion.
Esas olas verdes, mansas, esas espumas blanquecinas donde se mece
nuestra pupila, van como rozando nuestra alma, desgastando nuestra
personalidad, hasta hacerla puramente contemplativa, hasta identificarla
con la Naturaleza.
Queremos comprender al mar, y no le comprendemos; queremos hallarle una
razon, y no se la hallamos. Es un monstruo, una esfinge incomprensible;
muerto es el laboratorio de la vida, inerte es la representacion de la
constante inquietud. Muchas veces sospechamos si habra en el escondido
algo como una leccion; en momentos se figura uno haber descifrado su
misterio; en otros, se nos escapa su ensenanza y se pierde en el reflejo
de las olas y en el silbid
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