domesticar un gavilan pequeno, y el pajaro, cuando
se hizo grande, renia con todos los gatos de la vecindad. Los dias de
tormenta se ocultaba en algun agujero obscuro, y no salia hasta que
pasaba.
Zelayeta sentia, como yo, el entusiasmo por la isla desierta y por los
piratas, y, como tenia talento para ello, dibujaba los planos de los
barcos en que ibamos a navegar los dos, y de las islas desconocidas en
donde pasariamos el aprendizaje de Robinsones.
Nuestra inclinacion aventurera, en la cual latia ya la inquietud atavica
del vasco, pudo aumentarse mas oyendo las narraciones de Yurrumendi el
piloto, el viejo y fantastico Yurrumendi, amigo y contertulio de
Zelayeta padre.
Eustasio Yurrumendi habia viajado mucho; pero era un hombre quimerico a
quien sus fantasias turbaban la cabeza. Todos tenemos un conjunto de
mentiras que nos sirven para abrigarnos de la frialdad y de la tristeza
de la vida; pero Yurrumendi exageraba un poco el abrigo.
Era Yurrumendi un hombre enorme, con la espalda ancha, el abdomen
abultado, las manos grandisimas, siempre metidas en los bolsillos de los
pantalones, y los pantalones, a punto de caersele, tan bajo se los
ataba.
Tenia una hermosa cara noble, roja; el pelo blanco, patillas muy cortas
y los ojos pequenos y brillantes. Vestia muy limpio; en verano, unos
trajes de lienzo azul, que a fuerza de lavarlos estaban siempre
destenidos; y en invierno, una chaqueta de pano negro, fuerte, que debia
de estar calafateada como una gabarra. Llevaba una gorra de punto con
una borla en medio. Era soltero, vivia solo, con una patrona vieja;
fumaba mucho en pipa, andaba tambaleandose y llevaba un anillo de oro en
la oreja.
Yurrumendi habia formado parte de la tripulacion de un barco negrero;
navegado en buques franceses, armados en corso; vivido en prision por
sospechoso de pirateria. Yurrumendi era un lobo de mar. El Atlantico le
conocia desde Islandia y las islas de Lofoden, hasta el Cabo de Buena
Esperanza y el de Hornos. Sabia lo que son las tempestades del Pacifico
y los tifones del mar de las Indias.
Yurrumendi habia visto mucho; pero mas que lo que habia visto, le
gustaba contar lo que habia imaginado.
A Chomin Zelayeta y a mi nos tenia locos con sus narraciones.
Nos decia que en el fondo del mar hay, como en la tierra, bosques,
praderas, desiertos, montanas, volcanes, islas madreporicas, barcos
sumergidos, tesoros sin cuento y un cielo de agua casi igual al cielo de
aire.
A tod
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