o del viento.
Todos, sin saber por que, suponemos al mar mujer, todos le dotamos de
una personalidad instintiva y cambiante, enigmatica y perfida.
En la Naturaleza, en los arboles y en las plantas hay una vaga sombra de
justicia y de bondad; en el mar, no: el mar nos sonrie, nos acaricia,
nos amenaza, nos aplasta caprichosamente.
Si a uno le coge mozo como a mi, le moldea de una manera definitiva, le
hace marino para siempre; al que de nino se entrega a su poder con el
alma candida, con la inteligencia virgen, le convierte en su esclavo.
Para el pescador, para el hombre ignorante y sencillo que no puede
apoyar sus ideas en las bases de la ciencia, el mar es un tirano, le
engana, le adula, le seduce, le ahoga. Para el pobre marinero, el mar es
el _summum_ del interes, del encanto, de la variedad. Esos trabajadores
miseros cuya vida es una continua lucha y un esfuerzo titanico y
desproporcionado, son muchas veces felices, y el mar, su enemigo, el
mar, el monstruo incomprensible, llena su existencia y hace su
felicidad.
Para nosotros los marinos de altura, el mar es principalmente una ruta,
es casi exclusivamente un camino. iPero que camino!
Yo no olvidare nunca la primera vez que atravese el Oceano. Todavia el
barco de vela dominaba el mundo.
iQue epoca aquella! Yo no digo que el mar entonces fuera mejor, no; pero
si mas poetico, mas misterioso, mas desconocido.
Hoy, el mar se industrializa por momentos; el marino, en su barco de
hierro, sabe cuanto anda, cuando va a parar; tiene los dias, las horas
contadas...; entonces, no; se iba llevando la casualidad, la buena
suerte, el viento favorable.
En aquel tiempo, todavia el mundo estaba mal conocido, todavia habia
derroteros tradicionales y una inmensidad de Oceano en blanco jamas
visitado por el hombre. Como el caminante en el desierto sigue las
huellas de otro, el marino en alta mar sigue la derrota de los antiguos
nautas. Asi, los que se dirigian al Cabo de Buena Esperanza, al llegar a
las islas de Cabo Verde marchaban al Brasil, obedientes a la rutina y al
viento, y atravesaban el Atlantico de nuevo.
Entonces, en la mayoria de los buques se deducian la situacion mas por
conjeturas que par calculos; los instrumentos de navegacion empleados
por la generalidad de los marinos tenian errores de grados enteros.
Claro que en Londres y en Liverpool habia ya admirables sextantes y
circulos de reflexion; pero muchos capitanes no sabian usarlos y
navegaban a l
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