-iAh! iPreciso es saber lo que son ocho anos de agonia! iOcho anos,
desesperado, helado, prendido a la eternidad por la sola esperanza de
una gota!... Si, es por la cocaina... ?Y usted? Yo conozco ese olor...
?cloroformo?
--Si--repuso el sepulturero avergonzado de la mezquindad de su paraiso
artificial. Y agrego en voz baja:--El cloroformo tambien... Me
mataria antes que dejarlo.
La voz sono un poco burlona.
--iMatarse! Y concluiria seguramente; seria lo que cualquiera de esos
vecinos mios... Se pudriria en tres horas, usted y sus deseos.
--Es cierto;--penso el sepulturero--acabarian conmigo. Pero el otro no
se habia rendido. Ardia aun despues de ocho anos aquella pasion que
habia resistido a la falta misma del vaso de deleite; que ultrapasaba
la muerte capital del organismo que la creo, la sostuvo, y no fue
capaz de aniquilarla consigo; que sobrevivia monstruosamente de si
misma, transmutando el ansia causal en supremo goce final,
manteniendose ante la eternidad en una rugosidad del viejo craneo.
La voz calida y arrastrada de voluptuosidad sonaba aun burlona.
--Usted se mataria... iLinda cosa! Yo tambien me mate... iAh, le
interesa! ?verdad? Pero somos de distinta pasta... Sin embargo,
traiga su cloroformo, respire un poco mas y oigame. Apreciara entonces
lo que va de su droga a la cocaina. Vaya.
El sepulturero volvio, y echandose de pecho en el suelo, apoyado en
los codos y el frasco bajo las narices, espero.
--iSu cloro! No es mucho, que digamos. Y aun morfina... ?Usted conoce
el amor por los perfumes? ?No? ?Y el Jicky de Guerlain? Oiga,
entonces. A los treinta anos me case, y tuve tres hijos. Con fortuna,
una mujer adorable y tres criaturas sanas, era perfectamente feliz.
Sin embargo, nuestra casa era demasiado grande para nosotros. Usted ha
visto. Usted no... en fin... ha visto que las salas lujosamente
puestas parecen mas solitarias e inutiles. Sobre todo solitarias. Todo
nuestro palacio vivia asi en silencio su esteril y funebre lujo.
Un dia, en menos de diez y ocho horas, nuestro hijo mayor nos dejo por
seguir tras la difteria. A la tarde siguiente el segundo se fue con su
hermano, y mi mujer se echo desesperada sobre lo unico que nos
quedaba: nuestra hija de cuatro meses. ?Que nos importaba la difteria,
el contagio y todo lo demas? A pesar de la orden del medico, la madre
dio de mamar a la criatura, y al rato la pequena se retorcia convulsa,
para morir ocho horas despues, envenenada por la le
|