io, flotaba en el espacio tirando de el.
Era del tamano de un palomo, pero desarrollaba una fuerza impropia de su
volumen, fuerza que mantenia el hilo de plata con la tension vibrante de
una cuerda de piano, no permitiendo que el hombre contrajera su brazo.
Edwin se fijo en que esta ave extraordinaria tenia las formas
fantasticas de los dragones alados que imaginaron los escultores de la
Edad Media al labrar los capiteles y gargolas de las catedrales. Su
cuerpo estaba revestido de escamas metalicas y tenia en su parte
delantera una cabeza de monstruo quimerico, con dos globos de faro a
guisa de ojos. Sus alas eran a modo de cartilagos erizados de puas.
Sobre el lomo del horripilante aeroplano, cuatro hombrecitos iguales a
los que se movian en la pradera asomaban sus cabezas cubiertas con un
casquete dorado, al que servia de remate una pluma larguisima.
Montados en su maquina, que permanecia inmovil encima de los ojos de
Gillespie, a unos tres metros de altura, estos aviadores acogieron con
un regocijo pueril el gesto de asombro que puso el gigante al sentir el
tiron que aprisionaba e inmovilizaba su brazo. Pero luego adivinaron en
el prisionero una expresion de dolor. Sentia el hilo metalico hundido en
su muneca como el filo de un cuchillo, y al mismo tiempo un fuerte dolor
en la articulacion del hombro. Para evitar este tormento, los
hombrecillos del aeroplano soltaron una cantidad de cable sutil, lo que
permitio a Edwin descender su brazo hasta el suelo.
Solo entonces se dio cuenta de que alrededor de la otra muneca, asi como
en torno de sus tobillos, debia tener amarrados unos filamentos
semejantes. Tendido de espaldas como estaba y mirando a lo alto, alcanzo
a ver otros tres aeroplanos en forma de animales fantasticos, que se
mantenian inmoviles al extremo de otros tantos hilos de plata, a una
altura de pocos metros. Comprendio que todo movimiento que hiciese para
levantarse daria por resultado un tiron doloroso semejante al que habia
sufrido. Era un esclavo de los extranos habitantes de esta tierra, y
debia esperar sus decisiones, sin permitirse ningun acto voluntario.
Mientras permanecia inmovil fue examinando lo que le rodeaba. La
muchedumbre era cada vez mas numerosa en torno de su cuerpo y en las
profundidades del bosque. El zumbido de sus palabras y sus gritos iba en
aumento. Se presentia la llegada incesante de nuevos grupos. Por entre
los cuatro aeroplanos inmoviles al extremo de sus cables volaban o
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