arios, mudos hasta
entonces, pero que se habian ocupado en adormecerle y registrarle; los
empleados, los obreros, todos los que se movian dando ordenes o
trabajando en torno de el, llevaban pantalones y eran mujeres.
Edwin vio que de un automovil en forma de clavel que acababa de llegar
descendian unas figuras con largas tunicas blancas y velos en la cabeza.
Eran las primeras hembras que encontraba semejantes a las de su pais.
Debian pertenecer a alguna familia importante de la capital; tal vez era
la esposa de un alto personaje acompanada de sus tres hijas. Concentro
su mirada en el grupo para examinarlas bien, y noto que las tres
senoritas, todas de apuesta estatura, asomaban bajo los blancos velos
unas caras de facciones correctas pero energicas. Sus mejillas tenian el
mismo tono azulado que la de los hombres que se rasuran diariamente. La
madre, algo cuadrada a causa de la obesidad propia de los anos,
prescindia de esta precaucion, y por debajo de la corona de flores que
circundaba sus tocas dejaba asomar una barba abundante y dura.
Un oficial de los del casquete alado corrio galantemente a proteger a
las recien llegadas, con el interes que merece el sexo debil, y las tres
senoritas acogieron con gesto ruboroso las atenciones del militar.
Gillespie se dio cuenta de que la doctora seguia sus impresiones con
ojos atentos, sonriendo de su asombro.
--Ya le dijo, gentleman, que veria usted grandes cosas. No olvide que
este es el pais de la Verdadera Revolucion.
Todavia pudo hacer Edwin nuevas observaciones. Vio con estupefaccion
entre el publico, repelido y mantenido a distancia por la fuerza armada,
mujeres menos lujosas que la familia recien venida de la capital, pero
igualmente con largas tunicas.... Y sin embargo parecian hombres a causa
de sus barbas o de sus rostros azulados por el rasuramiento. En cambio,
todos los individuos de aspecto civil que llevaban pantalones y
mostraban ser trabajadores del campo, obreros de la ciudad o acaudalados
burgueses, venidos para conocer al gigante, tenian el rostro lampino y
las formas abultadas de la mujer.
Encontro, sin embargo, algunas excepciones, que sirvieron para
desorientarlo en sus juicios. Vio verdaderos hombres, cuyo aspecto
vigoroso no se prestaba a equivocos, y que, sin embargo, marchaban sin
el embarazo de las faldas. Estos hombres iban casi desnudos, al aire su
fuerte musculatura, y sin mas vestimenta que un corto calzoncillo. Todos
ellos mostraban la p
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