mis secretarios que
volviesen las hojas de un libro mas grande que mi persona, con tapas de
cuero negro, que nuestra grua saco de uno de sus bolsillos. He podido
leer rapidamente algunas de dichas hojas. En la primera, nada
interesante: nombres y fechas solamente; pero en otras he visto muchas
lineas desiguales que representan un alto pensamiento poetico.
Indudablemente, el Gentleman-Montana ha pasado por una universidad. En
nuestro pais, solo un hombre de estudios puede hacer buenos versos. Los
de usted, gigantesco gentleman, me permitira que le diga que son
regulares nada mas y por ningun concepto extraordinarios. Se resienten
de su origen: les falta delicadeza; son, en una palabra, versos de
hombre, y bien sabido es que el hombre, condenado eternamente a la
groseria y al egoismo por su propia naturaleza, puede dar muy poco de si
en una materia tan delicada como es la poesia.
Gillespie se mostro sorprendido por las ultimas palabras. Sus ojos, que
hasta entonces habian vagado sobre la enana muchedumbre, atraidos por la
diversa novedad del espectaculo, se concentraron en el profesor,
teniendo que hacer un esfuerzo para distinguir todos los detalles de su
minuscula persona.
Llevaba en la cabeza un gorro cuadrangular con dorada borla, igual al de
los doctores de las universidades inglesas y norteamericanas. El rostro
carilleno y lampino estaba encuadrado por unas melenillas negras y
cortas. Los ojos tenian el resguardo de unos cristales con armazon de
concha. Cubrian el resto de su abultada persona una blusa negra apretada
a la cintura por un cordon, que hacia mas visible la exagerada curva de
sus caderas, y unos pantalones que, a pesar de ser anchos, resultaban
tan ajustados como el mallon de una bailarina.
--iPero usted es una mujer!--exclamo Gillespie, asombrado de su
repentino descubrimiento.
--?Y que otra cosa podia ser?--contesto ella--. ?Como no perteneciendo a
mi sexo habria llegado a figurar entre los sabios de la Universidad
Central, poseyendo los dificiles secretos de un idioma que solo conocen
los privilegiados de la ciencia?
Callo, para anadir poco despues con una voz languida, dejando a un lado
la bocina:
--?Y en que ha conocido usted que soy mujer?
El ingeniero se contuvo cuando iba a contestar. Presintio que tal vez
corria el peligro de crearse un enemigo implacable, y dijo evasivamente:
--Lo he conocido en su aspecto.
La sabia quedo reflexionando para comprender el verdadero sentido de
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