ndo los corrales de ganado mas inmediatos. De pronto
ponia al galope su caballejo incansable, para sorprender a los peones
que trabajaban en el otro extremo de su propiedad.
Una manana sintio impaciencia al ver que habia pasado la hora habitual
de la comida sin que Celinda volviese a la estancia.
No temia por ella. Desde que su hija llego a Rio Negro, teniendo ocho
anos, empezo a vivir a caballo, considerando la planicie desierta como
su casa.
--Es peligroso ofenderla--decia el padre con orgullo--. Maneja
revolver y tira mejor que yo. Ademas, no hay persona ni animal que se
le escape cuando tiene un lazo en la mano. Mi hija es todo un hombre.
La vio de pronto corriendo por la linea que formaban la llanura y el
cielo al juntarse. Parecia un pequeno jinete de plomo escapado de una
caja de juguetes. Delante de su caballito corria un toro en miniatura.
El grupo galopador fue creciendo con una rapidez maravillosa. En esa
llanura inmensa, todo lo que se movia cambiaba de tamano sin
gradaciones ordenadas, desorientando y aturdiendo los ojos todavia no
acostumbrados a los caprichos opticos del desierto.
Llego la joven dando gritos y agitando el lazo para excitar la marcha
de la res que venia persiguiendo, hasta que la obligo a refugiarse en
un cercado de maderos. Luego echo pie a tierra y fue a encontrarse con
su padre; pero este, despues de recibir un beso de ella, la repelio,
mirando con severidad el traje varonil que llevaba.
--Te he dicho muchas veces que no quiero verte asi. Los pantalones se
han hecho para los hombres, icreo yo!... y las "polleras" para las
mujeres. No puedo tolerar que una hija mia vaya como esas comicas que
aparecen en las vistas del biografo.
Celinda recibio la reprimenda bajando los ojos con graciosa
hipocresia. Prometio obedecer a su padre, conteniendo al mismo tiempo
su deseo de reir. Precisamente pensaba a todas horas en las amazonas
con pantalones que figuran en los _films_ de los Estados Unidos, y
habia echado largas galopadas para ir hasta Fuerte Sarmiento, el
pueblo mas inmediato, donde los cinematografistas errabundos
proyectaban sobre una sabana, en el cafe de su unico hotel, historias
interesantes que le servian a ella para estudio de las ultimas modas.
Durante la comida le pregunto don Carlos si habia estado cerca de la
Presa y como marchaban los trabajos en el rio.
Una esperanza de volver a ser rico, cada vez mas probable, hacia que
el senor Rojas, antes melancolico y de
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