ice que el ser, o
esencia de una cosa es aquello, lo qual puesto, la cosa precisamente se
pone, y faltando precisamente falta, se dice bien; mas nosotros no
conocemos que la _cosa_ se pone o falta, porque sepamos lo que ella es
en si misma, sino porque anda siempre acompanada de formas y caracteres
exteriores, inseparables de todo punto de ella, los quales haciendo
impresion en nuestros sentidos, nos hacen conocer por su presencia que
la cosa existe. El exemplo del Sol muestra esto con evidencia. Nadie
sabe qual es la esencia del Sol; pero ninguno hay que dude del ser del
Sol y de su presencia, quando vemos un cuerpo redondo, celeste, lucido,
que despide luz y claridad de si mismo, que nace y se pone todos los
dias, trayendo el dia y la noche, y que da una vuelta entera al Cielo
cada ano, moviendose por una linea, siempre la misma, desde Poniente a
Levante. Esto es una breve descripcion del Sol, que declarando los
caracteres y formas exteriores perpetuas e inseparables de su ser, nos
muestran estar presente su esencia. Esto mismo ha de extenderse a
quantos seres hay en el Universo, pues que ninguno hay que le conozcamos
de otra manera. Deben los Filosofos ser cautos en difinir las cosas: y
el haber hecho muchas difiniciones en las Artes y Ciencias antes de
tener bien conocidos los caracteres propios de los difinidos, ha sido
causa de muchisimos errores, tomando una cosa por otra, confundiendo las
que deben estar separadas, y haciendo una misma la que tal vez es muy
diversa. Hase de poner gran cuidado antes de difinir las cosas en hacer
de ellas descripciones exactas, notando las particularidades que las
acompanan, como sus causas, sus efectos, sus necesarias o contingentes
mutaciones, sus atributos perpetuos e invariables, sus movimientos, las
leyes inviolables que guardan en sus acciones, sus propiedades, su
origen, aumento, perfeccion y fines, combinando todo esto con los
tiempos, y notando puntualmente la perseverancia, encadenamiento y
mutaciones que observan. Por no hacerse bien las descripciones de las
cosas, se confunden unas con otras, y asi no se llega a entender el ser
o esencia, ni las afecciones de ellas por el embarazo que se halla en
separarlas. Los antiguos Medicos Griegos, y algunos pocos de los
modernos, que han hecho descripciones exactas de las enfermedades, han
aprovechado mucho para conocerlas; los que no han hecho esto, se puede
decir que hablan de los males, pero no ensenan a conocerlos, ni a
disti
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