tas marchan en fila india, uno tras otro, y solo de tarde en
tarde se les ocurre saltar un poco fuera del sendero. Mientras tanto, en
los otros paises la novela procura renovarse y los autores cambian con
frecuencia su manera de ver la vida y de expresar sus impresiones, para
que no los "encasille" el publico, adivinando de antemano lo que pueden
decir. Ademas, la novela es un genero de variedad infinita, y alli donde
todos los novelistas describen lo mismo, con un lenguaje semejante, la
novela corre peligro de muerte.
Tal vez el presente libro sea considerado por muchos como una
"equivocacion" al compararlo con mis anteriores obras; pero yo prefiero
equivocarme yendo en busca de novedad, a conseguir aciertos faciles, que
muchas veces no son mas que simples repeticiones de triunfos anteriores.
De todos modos, me anima la esperanza de que este relato ligero tal vez
resulte mas entretenido para el lector que muchas novelas de moda
reciente, en las que se emplean trescientas paginas solo para preparar
el encuentro a puerta cerrada de dos personas de distinto sexo, llegando
asi a la escena "culminante" de la obra, que es simplemente una escena
de "libro verde", escrita con las precauciones necesarias para bordear
el Codigo y que el volumen pueda exponerse sin peligro en los
escaparates de las librerias.
Del _film_ que dio origen a esta novela dire que aun esta por nacer.
Segun parece, fui amontonando en el tales dificultades do ejecucion, que
los ingenieros norteamericanos que inventan nuevas "magias" para esta
clase de obras todavia estan haciendo estudios y no han podido encontrar
el modo de que aparezcan en el lienzo luminoso, a un mismo tiempo y sin
trampa visible, la enormidad del Gentleman-Montana y la bulliciosa
pequenez de las muchedumbres que pueblan la Ciudad-Paraiso de las
Mujeres.
VICENTE BLASCO IBANEZ
Villa Fontana Rosa Menton (Alpes Maritimos) Febrero 1922
EL PARAISO DE LAS MUJERES
* * * * *
Frente a la Tierra de Van Diemen
Edwin Gillespie, joven ingeniero de Nueva York, llevaba varias semanas
de navegacion a bordo de uno de los paquebotes ingleses que hacen la
carrera entre San Francisco y Australia.
Nunca habia conocido un viaje tan triste. Recordaba con dulce nostalgia
su navegacion de tres anos antes, desde los Estados Unidos a las costas
de Francia, cuando era oficial del ejercito americano e iba a guerrear
contra los alemanes. Aquella travesi
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