esas, dadas con la galanteria melancolica y protectora que
inspiran los recuerdos lejanos de amor. Como no veia otro remedio a su
situacion que estas palabras, habia necesitado creer en ellas,
forjandose ilusiones sobre su eficacia; pero ahora, al conocer el plan
de Robledo, todo su optimismo acababa de derrumbarse.
Las promesas de sus amistades no eran mas que dulces mentiras; nadie
haria nada por ellos al verlos en la desgracia; la Justicia seguiria
su curso. Su marido iria a la carcel, y ella tendria que empezar otra
vez... iotra vez! en un mundo extremadamente viejo, donde le era
dificil encontrar un rincon que no hubiese conocido antes... Ademas,
itantas amigas deseosas de vengarse!...
Robledo vio pasar por sus ojos una expresion completamente nueva. Era
de miedo: el miedo del animal acosado. Por primera vez percibio en la
voz de Elena un acento de verdad.
--Usted es el unico, Manuel, que ve claramente nuestra situacion; el
unico que puede salvarnos... Pero lleveme a mi tambien. No tengo
fuerzas para quedarme... Primero mendigar en un mundo nuevo.
Y habia tal tristeza y tal mansedumbre en esta suplica, que el espanol
la compadecio, olvidando todo lo que pensaba contra ella momentos
antes.
Torrebianca, como si adivinase la repentina flaqueza de su amigo, dijo
energicamente:
--O te sigo con ella, o me quedo a su lado, sin miedo a lo que ocurra.
Aun dudo Robledo unos momentos; pero al fin hizo con su cabeza un
gesto de aceptacion. Inmediatamente se arrepintio, como si acabase de
aprobar algo que le parecia absurdo.
Empezo a reir Elena, olvidando con una facilidad asombrosa las
angustias del presente.
--Yo siempre he adorado los viajes--dijo con entusiasmo--. Montare a
caballo, cazare fieras, arrostrare grandes peligros. Voy a vivir una
existencia mas interesante que la de aqui; una vida de heroina de
novela.
El espanol la miro como espantado de su inconsciencia. Ya no se
acordaba de Fontenoy. Parecia haber olvidado igualmente que aun estaba
en Paris, y de un momento a otro la policia podia entrar en la casa
para llevarse a su marido.
Le alarmo tambien la enorme distancia entre la existencia real de los
que colonizan las soledades de America y las ilusiones novelescas que
se forjaba esta mujer.
Torrebianca les interrumpio con palabras de desaliento, como si
juzgase imposible la realizacion del plan de su amigo.
--Para marcharnos, necesitamos pagar antes lo que debemos. ?Donde
encontrar di
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