despues viene el tio Jeromo, que toma asiento cerca de la lumbre
para auxiliar a la familia en la operacion; pues la gente de campo de
este pais, sobria por necesidad y por habito, goza tanto con el
espectaculo de la cena de Navidad como saboreandola con el paladar.
El chirrido de la manteca en la sarten, el cortar las torrejas, el
quebrar los huevos, el batirlos, el remojar en ellos el pan, el derramar
el azucar sobre las torrejas que salen calentitas de la sarten, el
verter la leche o la miel sobre ellas, etc., etc., y el considerar que
todo ello, mas el jarro de vino que esta guardado como una reliquia, ha
de ser engullido y saboreado por los pobres labriegos que lo contemplan,
les produce unas emociones tan gratas que...; en fin, no hay mas que ver
los semblantes de la familia del tio Jeromo, olvidado ya el suceso de la
nata.
iQue expansion!; ique felicidad se refleja en ellos! La tia Simona, con
el mango de la sarten en una mano y con una cuchara de palo en la otra y
acurrucada en el santo suelo, se cree mas alta que el emperador de la
China, y en mas dificil e importante cargo que el de un embajador de paz
entre dos grandes pueblos que se estan rompiendo el alma.
iLastima que no haya llegado el estudiante para solemnizar debidamente
toda la Noche-Buena!
Porque esta tiene en la aldea varias peripecias.
Despues del placer de preparar la cena y del de tragarla, falta el de la
llegada de los _marzantes_, por los cuales ha preguntado ya muchas veces
el vapuleado chicuelo, a quien, la verdad sea dicha, preocupan todavia
mas que la tardanza de su hermano. Y es porque el infeliz no los ha oido
nunca, ni en la Noche-Buena, ni en la de Ano Nuevo, ni en la de los
Santos Reyes, pues se ha dormido siempre antes de que lleguen al portal;
asi es que cree en los marzantes como en el otro mundo, por lo que le
cuentan.
II
No vaya a creerse que el tio Jeromo, porque tiene un hijo estudiante, es
hombre rico tomada la palabra en absoluto; el marido de la tia Simona
tiene, para labrador, _un pasar_, como el dice. Pero en la familia hay
una capellania que ningun varon ha querido, y el tio Jeromo sacrifico de
buena gana algunas haciendas para ayudar a costear la carrera a su hijo
mayor y asegurarle la pitanza, ordenandole a titulo de aquella, cuyas
rentas, por si solas, no alcanzaban a tanto. Eso si, y bien claro se lo
solfeo a su hijo:--"Si llegas a gastar los cuartos que me valieron las
tierras sin cantar misa, D
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