lo es una
burla completa de lo que sus verjas debieran encerrar.
Ya que en el Retiro estaba, quiso, lleno de entusiasmo, recordando las
campinas y bosques de su tierra, tenderse un rato bajo aquella
_frondosidad_ tan decantada; mas, fuese culpa de la intensidad del sol,
o de la ruindad de los arboles, es lo cierto que en una extension de
media legua de bosque no hallo tres dedos de sombra, ni dos docenas de
yerbas donde tender su cansada humanidad. Esto le hizo recordar que el
famoso _Prado_ era un _arenal_ completo en el que habia de todo menos
verdura y poesia; que el mismo desierto de Sahara no estaba mas renido
que el con la vegetacion, ni presentaba un aspecto mas triste y
desconsolador a las tres de una tarde de verano. Iba a preguntarse, por
cuarta o quinta vez, si el titulo de _prado_ seria ironico, chocandole
que cupiese en cabeza humana (ignoraba don Silvestre la historia del
celebre paseo) la idea de llamar una cosa con el nombre que menos le
conviene; pero recordo lo que acababa de ver con el de _casa de fieras_,
y dias atras con los de _puertas_ de Segovia y de Atocha, y se convencio
de que Madrid era una pura ilusion.
Por fortuna, don Silvestre era muy poco artista y mucho menos literato,
y con ello se ahorro otros muchos desenganos.
Pero, en cambio, era curioso y antojadizo, y nunca satisfizo un capricho
de los muchos que le provocaban el aspecto y baratura de las mil
trivialidades que veia en los escaparates de las tiendas, sin que al
tomar el cambio de una moneda no recibiera un par de ellas falsas,
monedas que, al entregarlas mas tarde en otros establecimientos, le
costaban serios disgustos.
Si iba al cafe, aun sacrificando sus apetitos al gusto de los demas
parroquianos, por evitar escenas como la consabida del sorbete, notaba
que los mozos le servian mas tarde y peor que a todo el mundo; porque
en el centro de la tolerancia y de la despreocupacion se juzga y se
respeta a los hombres en razon directa de la excelencia del corte y
calidad de sus vestidos.
Los cocheros le trataban como al sentido comun, es decir, inhumanamente:
al verle con aquella estampa, ni se tomaban la molestia de aullarle con
el brutal _ijeee!_ cuando le hallaban al paso, para indicarle que se
apartara.
El buscar una calle cualquiera le costaba los cuartos que le exigia el
brutal gallego por servirle de guia; y como las calles eran muchas y las
conocia mal, y como no estaba dispuesto a pagar _practicos_ a todas
horas,
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