s que con sus celos y al traves del ignominioso tinte de su cara,
en lugar de echar al garrote la panoja que tenia entre las manos, la
arrojo furioso hacia su rival; pero este tenia la cabeza mas dura que la
panoja, y habiendola recibido cerca del occipital, resbalando sobre el
el proyectil fue a parar a las narices del forastero, que estaba
sentado, un poco mas atras y en la misma direccion. Y gracias a la
penosa sensacion que en todos produjo la carambola, no hubo un lance
entre los dos jabalies rivales, que se quedaron pasmados al ver sangrar
por las narices al buen senor, y al oirle decir, mientras salia de la
bodega acompanado de don Silvestre y de su ama, que bufaban de rabia:
--Esto debi yo haberlo previsto; pues a quien entre bestias anda, tales
caricias le esperan.
XII
Curado en pocos dias de las consecuencias del panojazo, juro
solemnemente huir de todo contacto con tales gentes; y al efecto se
proveyo de cana y escopeta, para explotar, en los ramos de pesca y caza,
aquellas regiones donde tantos disgustos iba pasando mientras buscaba la
realidad de sus mejores ilusiones. Pero siendo tan infecundos en pesca
el rio y los regatos del pais como en ninfas y Salicios y Nemorosos sus
campinas, abandono la cana a los pocos dias de dedicarse a ella, pues no
compensaban dos anguilas y tres docenas de pececillos que pesco durante
la temporada, todos los constipados y mojaduras que cogio sentado a la
orilla del rio, unas veces al sol y otras al agua.
Abandonada la cana, se dedico a la escopeta; y ya que la caza no fuera
muy abundante, por lo menos el ejercicio corporal que hacia corriendo
tras de las _miruellas_, le proporcionaba buen sueno y mas que regular
apetito.
En esto habia pasado un mes desde el panojazo. La naturaleza, languida y
enclenque entonces, iba quedandose, como si dijaramos, en cueros vivos;
las brisas eran mas frescas, y en lugar del sonido armonico y majestuoso
que formaban perdidas entre el follaje de junio, gemian lastimeras al
chocar contra los escuetos miembros de los arboles; lloraban fatidicas,
como si fueran la voz de la naturaleza que lamentara la perdida de sus
risuenas galas. El suelo se humedecia cada vez mas, porque el sol no
tenia fuerza bastante para enjugarle despues de los chubascos, cada dia
mas fuertes y mas frecuentes; las noches eran eternas, y solo un sueno
como los que ultimamente dormia el de Madrid, era capaz de hacerselas
pasar medio a gusto entre los silbido
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