er invadido sus barrios la moderna sociedad con
su nuevo caracter, me he resistido a creer en uso entre ellos, en la
actualidad, escenas como las que voy a referir; y solo despues de
haberlas palpado, como quien dice, he podido atreverme a asegurar, como
aseguro, que no es la _Buena Gloria_ una costumbre perdida ya entre los
recuerdos de la antiquisima colonia de pescadores, favorecida ... y
asustada, en una ocasion, con la presencia del rey Don Pedro I de
Castilla.
El siguiente historico _ejemplar_ es recentisimo.
Acababan de celebrarse en la iglesia de San Francisco las honras
funebres por el alma de un pobre hombre que pertenecio al Cabildo de
mareantes de Abajo. El cortejo, en el mismo orden en que habia
acompanado al cadaver a la iglesia, y de la iglesia al cementerio,
volvio a la casa mortuoria: delante los hombres, e inmediatamente
despues las mujeres, y todos en traje de dia de fiesta. El de los
primeros, compuesto de pantalon, chaleco y chaqueta de pano azul muy
obscuro, corbata de seda negra, anudada sobre el pecho y medio oculta
bajo el ancho cuello abierto de una camisa de lienzo sin planchar, y
boina tambien de pano azul obscuro, con larga borla de cordoncillo de
seda negra. El de las mujeres, de saya de percalina azul sobre refajo
de bayeta encarnada, jubon de pano obscuro, mantilla de franela negra,
con anchos ribetes de panilla, media azul y zapatos de pano negro.
La reciente viuda, con una mala saya de percal, desgarrada y sucia, en
mangas de camisa, desgrenada y descalza, esperaba a la funebre comitiva,
acurrucada en un rincon de la destartalada habitacion en que habia
muerto su marido: sala, alcoba, pasadizo y comedor al mismo tiempo; pues
aquella pieza y otra reducidisima y obscura que servia de cocina
constituian toda la casa. Alrededor de esta mujer habia, sentados en el
suelo, dos chicos y una muchachuela, tan sucios y mal ataviados como
ella, de quien eran dignos vastagos.
El cortejo fue penetrando acompasadamente en la sala. Los hombres
formaron una linea contigua a las paredes, y las mujeres otra, algunos
pasos mas al centro. La viuda oculto la cara entre las manos y lanzo un
par de gemidos; su prole, sin cambiar de postura, miraba impasible la
escena.
Como no habia sillas en la casa, excusado es decir que el duelo
permanecio de pie.
Una de las mujeres de el, la mas autorizada por su vecindad y conexiones
con aquella familia, se adelanto un paso a las demas personas de la
comitiva
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