.
--Por el eterno descanso del defunto, "_Padre nuestro_"--dijo, con voz
aspera y fuerte, aunque afectando emocion y compostura.
A lo cual contesto la viuda con un tercer gemido, y el lugubre cortejo
con un "_que estas en los cielos, santificado sea tu nombre_", etc.,
etc.
En seguida, la mujer se quito la mantilla, la tendio en el suelo, se
retiro un paso, y con la misma voz con que acababa de pedir una oracion
para el finado,
--Para los dolientes, a cuatro cuartos--dijo, mirando a todos.
--Eso es poco--contesto un hombre.
--Somos muchos--anadio otro.
--A rial--volvio a decir la mujer.
--Curriente--replico el coro.
Y la que le dirigia levanto por el costado derecho su saya azul, metio
la mano en una anchisima faltriquera que aparecio encima del refajo
encarnado, saco cuatro piezas de a dos cuartos, y las arrojo sobre la
mantilla. En la misma operacion la siguieron otras companeras y algunos
hombres; y en muy pocos instantes quedo la mantilla medio cubierta por
las monedas de cobre.
--iAlto!--grito la mujer;--no lo metamos a barullo: dir echandolo poco a
poco, que aqui hay anguno que va a quedar bien con el dinero de los
demas.
--Mientes--exclamaron algunas voces.
--Yo digo mas verda que todos vusotros juntos; y como se lo que paso en
el intierro de la mujer del tio Miterio....
--Lo que alli paso me lo se yo mu retebien, y lo callo porque no te
salgan los colores a la cara.
--?Quien es esa deslenguadona que me quiere prevocar?
--iA ver si vos callais, condenas, o dirvos a renir alla juera!...
iCuidiao que tien que ver! Dir echando los que falten, y cierre el pico
la rigunion.
Esta reprimenda, de un viejo pescador, puso en orden a las mujeres, que
se disponian ya a hacer de las suyas.
--A rial, para los dolientes--volvio a exclamar la voz de la presidenta,
con la mayor tranquilidad.
Algunas piezas de a dos cuartos cayeron sobre la mantilla.
--A rial para los dolientes--anadio aun la mujer.
Pero esta peticion no produjo ya resultado alguno.
--?Cuantos semos?--pregunto entonces aquella.
Oyeronse en la sala fuertes murmullos por algunos instantes, y un
marinero contesto despues muy recio:
--Quince hombres y veinte mujeres.
--Enestonces, debe haber en la mantilla ... veinte y diez, treinta, y
cinco, treinta y cinco.... Treinta y cinco riales ... menos treinta y
cinco chavos.
--Cabales....
La mujer conto los cuartos sobre la mantilla, redujolos a montones de a
trei
|