cuando salia solo no se atrevia a caminar por no desorientarse.
Esta circunstancia le hizo fijarse todas las tardes, al anochecer, en el
famoso crucero de las Cuatro Calles, sitio en que podia recrear su vista
sin necesidad de cicerone. Alli, entre los mil objetos y personas que
cruzaban en todas direcciones, observo que, a semejanza de los aviones
que en las calurosas tardes de verano revoloteaban incansables alrededor
del campanario de su lugar, discurrian por una y otra acera, pasaban,
volvian a pasar, y siempre las mismas, aunque en incalculable numero,
mujeres de incisiva y elocuente mirada, beldades de esbelto talle y
desenvuelta marcha; mujeres que, sin saber por que, le arrancaban del
pecho hondos suspiros.
Mas, iay!, en vano su ilusion le forjaba planes seductores.... Aquellas
mujeres, cuyas miradas devoraban a los transeuntes, con cuyos
movimientos, con cuya voz, en ocasiones, intentaban seducirlos, solo
para don Silvestre eran ariscas y desaboridas; para todos habia
sonrisas, guinos y hasta flores; para el infeliz mayorazgo
_escupitinas_, desaires y malas razones. Don Silvestre recordaba
entonces que en su pueblo se honraban las mozas con sus pellizcos, que
solo el temor a las lenguas de las envidiosas le hacian economizarse en
las empresas galantes; y lanzando un suspiro angustioso, abandonaba su
puesto favorito y marchaba hacia su casa, preguntandose por los placeres
de la corte, y suspirando por el aire de su aldea;
--"?Donde esta lo que yo venia buscando? De todo lo prometido, ?que es
lo que encuentro? El calor sofocante, el polvo caustico, el infernal
estrepito de los carruajes, el peligro de ser por ellos atropellado, los
pillos callejeros y algunos _otros_ mercaderes, el rescoldo de las
bebidas, el veneno de los estancos, la brutalidad de los cocheros, el
vandalismo de los revendedores, la inhospitalidad de todo el mundo, el
materialismo, la usura de la civilizacion: estas son para mi las unicas
verdades de la corte."
Y eso que el buen hombre, gracias a su amigo, no habia caido en la
mayor ratonera de Madrid; no habia sido martirizado en el mas cruel de
todos sus potros: en las casas de huespedes; ni habia, gracias a su
corteza ruda y a su sencilla educacion, visitado la corte _por dentro_.
Si con su sencillez de aldeano perdia la brujula a la superficie del
mundo, ?que le sucederia surcandole por lo mas hondo de sus tempestuosos
senos?
En algo parecido a esto debio de pensar despues de la u
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