r de su cuenta, un relo de
torre para la iglesia del pueblo, como un regalo que dedicaba a los
honrados vecinos entre quienes tan buenos ratos habia pasado. El
alcalde, al oir la palabra _regalo_, abrio unos ojos de a tercia, y
diose a reir de pura satisfaccion; pero cuando se puso a reflexionar
sobre el motivo de tanto desprendimiento, tornose serio, y dijo al
personaje, con la mejor cara que pudo, que al dia siguiente le daria la
contestacion. Este, que atribuia a modestia o a cortedad semejante
respuesta, no volvio a pensar mas en ella, y en cuanto se separo del
alcalde, no dudando que su proposicion seria bien acogida, se puso a
discurrir sobre el modo de que el relo llegase al pueblo lo mas pronto
posible. Entre tanto el alcalde, apenas pronuncio el cura el "_Ite missa
est_", se acerco al campanero y le dijo con ansiedad:--Toca a concejo.
Como el edificio en que las sesiones se celebraban, o sea la casa
consistorial, estaba a dos pasos de la iglesia, a medida que esta se
desocupaba iba llenandose la otra, deseosos los vecinos de saber de que
se trataba, pues ni habia carreteras que componer, ni arbitrios que
rematar, ni repartos que hacer sobre el territorial, ni sorteo de mozos
para el ejercito, ni siquiera ajustes de _puertos_ y pastores.
--Senores--dijo el alcalde, tan pronto como el alguacil paso lista a los
asistentes y vio que, legalmente, se podia celebrar sesion;--se trata
de que el senor forastero quiere regalar un relo de campana para la
torre de la iglesia del pueblo.
--Pues Dios se lo pague--contestaron a coro la mayor parte de los
concurrentes.
--A mi me parece _que no habra compromiso_ en que le cojamos por la
palabra--anadio el alcalde, dejando entrever ya el fondo receloso que,
como opinaba muy bien el personaje, forma el caracter de los aldeanos
montaneses.
No necesitaba tanto el vecindario para calcular los inconvenientes que,
en su concepto, podria traer al pueblo la aceptacion del regalo; asi es
que al oir la palabra "compromiso" en boca del alcalde, cada vecino se
volvio hacia su colateral, con una expresion en la cara que, aun cuando
de pronto parecia de estupidez, leyendola bien se podia traducir en
estas palabras:--"?Que te parece de esto?; ?nos cogera de primos?"
Pero tan franco, tan claro era el ofrecimiento, que ni aun con la mala
fe de que ellos eran capaces encontraron en el primer cuarto de hora una
sola objecion que hacer al generoso forastero. No obstante, lejos de
decir
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