tima, tanto
de dia como de noche.... Por hacerme participe de sus costumbres estas
pobres gentes, hasta me despierta a mi al mismo tiempo que a ellas el
penetrante e intraducible grito de _iapuyaaa!_ con que les llama, a las
tres de la manana en verano y a las cinco en invierno, para ir a la mar,
otro marinero que tiene por esta obligacion algunos gajes.
De todo lo cual resulta, lector, aun sin mi decidida aficion a reparar
en achaques de costumbres, mas de lo suficiente para que comprendas
como, sin poner trabajo alguno de mi parte, y sin que en mi obsequio se
le tomara nadie, pude adquirir los datos que apunte en las primeras
paginas de este bosquejo.
Ahora, pues, previa tu indulgencia por estas digresiones, y suponiendote
orientado en el terreno de nuestros personajes, voy a tratar del
verdadero asunto de mi cuadro.
FOOTNOTES:
[Footnote 5: Arenque.]
II
Hace pocos dias empezo a llamarme la atencion el aspecto que presentaba
la casuca de enfrente. La buhardilla del Tuerto apenas se abria, ni en
ella se escuchaban las risas, los lloros y los golpes de costumbre.
El tio Tremontorio trabajaba en sus redes al balcon algunas veces, pero
siempre mudo y silencioso, cual era su caracter cuando sus convecinos le
dejaban en paz y entregado a sus naturales condiciones.
Los dos viejos del segundo piso se daban muy pocas veces a luz, y en
algunas de ellas vi enrojecidos los arrugados y enjutos parpados de la
mujer de Bolina. Indudablemente pasaba algo grave en aquella vecindad.
Un tanto preocupado con esta idea, puse toda mi atencion en la casuca
con el objeto de adquirir la verdad.
Las ahumadas puertas del balcon de la buhardilla se abrieron al cabo,
despues del mediodia, y lo primero que en el interior descubrieron mis
ojos, fue un hombre vuelto de espaldas hacia mi, con camiseta blanca de
ancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, tambien
azul, ocupado en colocar en un gran panuelo de percal, desplegado sobre
el arcon que conocemos, algunas piezas de ropa. Despues que hubo anudado
las cuatro puntas del panuelo que contenia el equipaje, se incorporo el
hombre, volvio la cara..., y conoci en ella a la del Tuerto: pero mas
obscura, mas triste, mas cenuda que nunca. El pintoresco traje del pobre
pescador me explico en un instante la causa del cambio operado en
aquella vecindad.
Hecho el lio de ropa, paso el Tuerto su brazo izquierdo por debajo de
los nudos, metio dentro de la gorra
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