menos elocuente ni menos poetica que su adorado;
ya, en fin, bajo la forma de blancos manteles, doradas frutas, triscador
cabrito, fiel y respetuoso can, etc. etc...; y todo ello sin mas
inspiracion que la Naturaleza, ni mas mentores que los bardales, el
susurro de las celliscas y las platicas del cura. Pero estos senores
poetas y novelistas sin duda han estudiado la campina en el mapa, o en
el Museo de pinturas.
Y no entro con ellos en pelea para decirles cuatro cosas que se me
vienen a las mientes, porque tal vez lo vaya haciendo insensiblemente,
y, sobre todo, porque me llaman al orden los asuntos del mayorazgo, los
tacos de sus dos mozos de labranza, y los aspavientos de su ama, a causa
de que, con sus recientes ilusiones, el solariego descuida el caballo,
no siega nunca el retono, deja todo el peso de la labranza a los criados
y no habla mas que de Madrid y de su amigote.
Entretanto, volvio a escribir a este, dandole cuenta de sus proyectos de
viaje y explicandole al pormenor el estado y motivo de su pleito.
Al contestarle le aconsejo el de la corte que, tanto por el bien de su
pleito como para satisfacer sus deseos de conocer a Madrid, se pusiese
en camino cuanto antes; anadiendole que el tenia gran interes en verle
para arreglar cierto proyecto que habia concebido.
Don Silvestre no vacilo mas: envio el alguacil a casa de algunos colonos
que le debian dinero, hizoles aflojarlo mas que de prisa; y como no era
mucho, consiguio que el cura le adelantase el resto. Al dia siguiente,
tempranito, tranco la bodega, despues de encerrar en ella la ejecutoria
y algunas escrituras; colgo la llave, por el anillo, de un tirante de su
pantalon, puesta ya su mejor ropa, guardo en un panuelo un par de
camisas de estopilla, y pendiente este lio de un garrote de acebo
chamuscado que se echo al hombro, partio hacia el camino real a esperar
la primera diligencia que pasara con direccion a Madrid.
IV
Con el breve monologo de don Silvestre al encontrar el nombre de su
amigo en la _Gaceta_, tienen los lectores lo suficiente para saber quien
era y de donde venia el personaje de Madrid; me dispenso, en obsequio a
la brevedad, aunque hollando la costumbre, el relato de su historia
desde que le perdio de vista el solariego hasta que le volvio a
encontrar. Supongase, y esto baste, que muerto su padre, en cuanto llego
a Madrid, y solo en el mundo, se dedico a gacetillero, a repartidor de
prospectos..., a padre de la patria
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