idad tan verde y desalinada, que en un cuartel de
blanquillos no le hubiera valido menos de un mes de cepo o una carrera
de baquetas.
Don Silvestre no se extranaba tanto de la desvergueenza del elegante
jugador como del eco que en la concurrencia hallaban sus torpezas;
pareciale insoportable la impudencia del uno, pero mucho mas
imperdonable la aquiescencia de los otros.
Y como desconocia el verdadero valor de aquellas baladronadas, tomabalas
muy a pechos, y hasta resuelto estuvo a interpelar muy seriamente al de
las patillas, cuando le ocurrio preguntar a su acompanante, aun
preocupado con el lance del sorbete, que clase de hombre era aquel que
tan bien manejaba la lengua.
--El redactor principal del _N_ ...--le contesto el
secretario,--director de una sociedad filantropica, caballero de Carlos
III, por una oda dedicada al rey; socio honorario de todos los clubs
revolucionarios de Paris, por una elegia a Marat....
--iRedactor del _N_!...--exclamo admirado el interpelante.--?Entonces
hay en Madrid dos periodicos de ese nombre!
--No, senor don Silvestre.
--iJesus me valga! ?Con que es decir que aquel periodico que yo leia en
mi lugar con tanta fe, esta escrito por este hombre; y aquellos
articulos en que tanto se clamaba por el orden, por la moralidad, por el
bien de los pueblos, eran dictados por un anarquista cinico y
desmoralizado? ?Conque esas palabras de humanidad, filantropia,
companerismo, religion, hogar, derechos, lejos de ser una verdad en
semejantes periodicos, son una burla sacrilega, un insulto a Dios y a
los hombres, una explotacion innoble de la publica buena fe?
El secretario se encogio de hombros por toda contestacion, como
diciendo: "este mozo ha estado en el limbo, cuando a su edad ignora lo
que aqui saben los chicos de la escuela"; pero don Silvestre, que no
entendia de mimica, no supo traducir aquella expresion; y careciendo de
otra respuesta, por no _romperse el alma_ (son sus palabras) con el
periodista, rogo a su acompanante que se fueran a la calle.
No deseaba este otra cosa.--Media hora despues, limpiandose el sudor con
su panuelo de percal aplomado, hacia don Silvestre en casa de su amigote
un resumen exacto de los acontecimientos de su primera salida por las
calles de la corte.
V
El primer consejo que le dio el personaje fue el siguiente: "tanto para
que te presentes con la debida decencia en los sitios que deseas ver,
como para quitar todo motivo a las burlas de
|