Los remos habian tocado ya el agua, y aun permanecia la lancha atracada
a la rampa, y sujeta a ella por un cabo que tenia entre sus manos, por
el extremo de tierra, un viejo patron que contemplaba atonito la escena.
--iSuelte!--le dijeron desde la lancha mas de una vez, con debil voz.
Pero el viejo patron, o no oyo las advertencias, o se hizo sordo a
ellas, que es lo mas probable, por disfrutar algunos instantes mas de la
presencia de sus companeros.
--iQue suelte!--le volvieron a repetir mas alto.
Y nada: el viejo, clavado como una estatua a la orilla del mar, no solto
el cabo.
Pero el Tuerto, a quien el llanto de su padre y el recuerdo de sus hijos
estaban martirizandole el alma, temiendo ceder al cabo al peso de la
afliccion que ya enturbiaba sus ojos, al ver el poco efecto que en el
patron habian hecho las ordenes anteriores,
--iLarga!--grito con ruda y tremenda voz, dominando con ella los
alaridos de tierra, y fijando su torva mirada en el viejo marino.
Este obedecio instantaneamente; el cabo cayo al agua, crujieron los
remos, oyose un "iadios!" infinito, indescriptible; y la lancha se
deslizo hacia San Martin, en cuyas aguas esperaba, humeando, un vapor
que habia de recoger a los pasajeros de ella.
En instante tan supremo, las mujeres que quedaban a la orilla redoblaron
sus lamentos, abrazaron a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos, a sus
amigos, y se confundieron todos en un solo torrente de lagrimas.
Hay situaciones, lector amigo, que no a todos es dado describir, y esta
es una de ellas. Para sentirla, basta un buen corazon como el tuyo y el
mio; para pintarla con su verdadero colorido, se necesita la fresca
imaginacion de un poeta y yo no la tengo.
Recuerdo que, dos anos ha, mi amigo Eduardo Bustillo, el inspirado
cantor de nuestras glorias nacionales, delante de una escena identica a
la que voy describiendo, desde el mismo sitio, acaso sobre la misma
piedra que yo, lloro con su alma las penas de las pobres familias a
quienes una leva sumia en el abismo de todos los dolores, y puso en
labios de una esposa desvalida estas palabras sencillas, pero tiernas y
elocuentes:
--"Mi pobre nina inocente
el amor perdido siente.
Mas ya, ?quien pondra en mis manos
su pan y el de sus hermanos?
iAy, Senor!,
que en mi profundo dolor
presiento males prolijos;
que en este afan angustioso,
_lloro, mas que por mi
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