za arriba, dondequiera que hallaba un palmo
de sombra; enfermedad que le hizo recurrir al _Nebrija_ como a un
camarada antiguo. Repasando _declinados_ y echandose oraciones a si
mismo, tuvo que hojear el _Tesauro_ de Requejo y el _Calepino_, para
traducir los ejercicios de Orodea. Como esto no le divertia gran cosa,
aunque le aficionaba mas a la lectura, rebusco la casa y hallo el
_Electo y Desiderio_. El estilo de este libro patriarcal le formo cierto
gusto para el dialogo; y amando, como joven, la intriga, el enredo y los
desenlaces sorprendentes, diose a _Bertoldo_ con todas las potencias de
su alma. Por desgracia, la biblioteca de familia no constaba de mas
volumenes que los citados y algunos montones de copias de escrituras, y
el tutor no queria dar un maravedi para la adquisicion de otro libro que
el calendario; asi es que cuando el joven Seturas, al cabo de dos anos,
comenzo a fastidiarse de sus libros, que ya sabia de memoria, no parecio
en todo el lugar mas que un _Fr. Junipero el de la panza gorda_, que le
saco, por unos dias, de aquella galbana perruna que le amagaba otra vez,
y a la cual propendia notoriamente. Y como amaba por sistema los libros,
a falta de otro mejor adquirio una baraja. Lo primero que aprendio con
ella fue el _tute arrastrado_, y despues el _mus_. Al principio jugaba
de capirotazos y vueltas _a riquicho_ con sus contemporaneos, mientras
guardaban el ganado; despues jugo los pocos cuartos que tenia, y en
cuanto gano una peseta, se fue un domingo al _corro_, acuso las cuarenta
al cura en una seccion de tute, echo en otra de mus un _ordago a la
mayor_ al secretario del concejo, y se armo para toda la semana. Desde
entonces ya no se aburria. Poco despues, debido tanto a su precoz
desarrollo como a su categoria de mayorazgo, fue admitido en el corro de
bolos, donde no tardo en hacer un _emboque cerrado, al pulgar_, desde el
ultimo _pas_. Los mejores jugadores declararon que, si bien no _las
borneaba_ gran cosa, en cambio tenia mucho brazo, y que prometia. Quedo,
por lo tanto, admitido entre los jugadores del lugar. Con esto y lo
antedicho de los naipes, ya tuvo mas de lo suficiente para dar expansion
a su inteligencia, mientras la ley no le autorizase para disponer de su
mayorazgo, sin necesidad de dialogos, ni de grecolatinos, ni de tumbarse
detras de cada tapia y bajo cada rama.
Llego por fin el anhelado instante. Don Silvestre cumplio los
veinticinco y entro en posesion libre de sus bienes.
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