cos, y desde luego fue aceptado.
No tardo en sucederle a Seturas con los articulos de fondo algo
parecido a lo que a don Quijote le sucedio con los libros de
caballerias: fascinaronle sus irases y acabaron por extraviarle el poco
criterio que tenia, amarrandole completamente a la opinion del diario.
Su Dulcinea era la patria; sus encantadores los enemigos politicos del
periodico. Faltabale a su caracter la esencia romancesca que habia en el
de Quijano el Bueno: de otro modo, le hubiera costado muy poco hacer de
su peludo cuartago un Rocinante, y, olvidado de su pleito, salir en
busca de aventuras hasta romperse el alma con los verdugos de la
perseguida patria.
Seturas, a pesar de su aficion, que era tal que le obligaba con
frecuencia a negarse a hacer la partida a los jugadores de naipes y de
bolos, no habia formado una opinion politica sobre un cuerpo mas o menos
solido de doctrinas: en su aficion era ciego y testarudo, y estaba tan
encarrilado en la senda del periodico, que hubiera creido insultar la
razon dudando una sola vez de sus declamaciones. Don Silvestre no veia
en el diario de Madrid un papel mas o menos grande, con la impresion de
unas letras de plomo colocadas mecanicamente, y detras de todo ello la
pluma y la cabeza de un hombre de talla comun y de vulgares ambiciones,
que apreciando a su modo la direccion de la cosa publica, prestase vida
e interes a aquel objeto; el mayorazgo veia en el una idea fuera de todo
contacto con lo humano, el destello de una inteligencia sobrenatural,
ajena completamente a las escisiones de la vida civil; el periodico del
cirujano era para el el catecismo, el Evangelio, un catalogo de verdades
inconclusas, indiscutibles. Por eso al hablar de politica con sus
amigos, resolvia todas las cuestiones citando las palabras del diario, y
con el apoyo de este, renia con cuantos le contradijesen.
En fin, que se sintio, por primera vez en su vida, hasta con deseos de
ver la tierra en donde tanta maravilla se realizaba, y de contemplar de
cerca a los seres que las producian. Y no era solo la politica lo que le
hizo pensar en la corte. Las animadas descripciones de sus fiestas
publicas; la tan cacareada especie de que en Madrid hace cada quisque lo
que le acomoda sin que nadie se fije en el, y la plana de anuncios del
periodico, segun la cual se garantizaba la salud al mas enclenque, y se
vendian ropa, comestibles y bebidas dando al comprador dinero encima,
hicieronle pensar en la mono
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