reado por rala barba
negra, tenia una mujer hermosa y fuertemente apasionada. La joven, de
origen callejero, habia aspirado con su hermosura a un mas alto
enlace. Espero hasta los veinte anos, provocando a los hombres y a sus
vecinas con su cuerpo. Temerosa al fin, acepto nerviosamente a Kassim.
No mas suenos de lujo, sin embargo. Su marido, habil--artista
aun,--carecia completamente de caracter para hacer una fortuna. Por lo
cual, mientras el joyero trabajaba doblado sobre sus pinzas, ella, de
codos, sostenia sobre su marido una lenta y pesada mirada, para
arrancarse luego bruscamente y seguir con la vista tras los vidrios al
transeunte de posicion que podia haber sido su marido.
Cuanto ganaba Kassim, no obstante, era para ella. Los domingos
trabajaba tambien a fin de poderle ofrecer un suplemento. Cuando Maria
deseaba una joya--iy con cuanta pasion deseaba ella!--trabajaba de
noche. Despues habia tos y puntadas al costado; pero Maria tenia sus
chispas de brillante.
Poco a poco el trato diario con las gemas llego a hacerle amar las
tareas del artifice, y seguia con ardor las intimas delicadezas del
engarce. Pero cuando la joya estaba concluida--debia partir, no era
para ella,--caia mas hondamente en la decepcion de su matrimonio. Se
probaba la alhaja, deteniendose ante el espejo. Al fin la dejaba por
ahi, y se iba a su cuarto. Kassim se levantaba al oir sus sollozos, y
la hallaba en la cama, sin querer escucharlo.
--Hago, sin embargo, cuanto puedo por ti,--decia el al fin,
tristemente.
Los sollozos subian con esto, y el joyero se reinstalaba lentamente en
su banco.
Estas cosas se repitieron, tanto que Kassim no se levantaba ya a
consolarla. iConsolarla! ?de que? Lo cual no obstaba para que Kassim
prolongara mas sus veladas a fin de un mayor suplemento.
Era un hombre indeciso, irresoluto y callado. Las miradas de su mujer
se detenian ahora con mas pesada fijeza sobre aquella muda
tranquilidad.
--iY eres un hombre, tu!--murmuraba.
Kassim, sobre sus engarces, no cesaba de mover los dedos.
--No eres feliz conmigo, Maria--expresaba al rato.
--iFeliz! iY tienes el valor de decirlo! ?Quien puede ser feliz
contigo? iNi la ultima de las mujeres!... iPobre diablo!--concluia con
risa nerviosa, yendose.
Kassim trabajaba esa noche hasta las tres de la manana, y su mujer
tenia luego nuevas chispas que ella consideraba un instante con los
labios apretados.
--Si... ino es una diadema sorprendente!... ?cu
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