a. Hablamos vagamente, evitando la
menor alusion. Apenas me respondia; y aunque se esforzaba en ello, no
podia sostener mi mirada un solo momento.
--Entonces,--le dije al fin levantandome--creo que lo mas discreto es
que no vuelva mas a verla.
--Creo lo mismo--me respondio.
Pero no me movi.
--?Nunca mas?--anadi.
--No, nunca... como usted quiera--rompio en un sollozo, mientras dos
lagrimas vencidas rodaban por sus mejillas.
Al acercarme se llevo las manos a la cara, y apenas sintio mi contacto
se estremecio violentamente y rompio en sollozos. Me incline detras de
ella y le abrace la cabeza.
--Si, mi alma querida...?quieres? Podremos ser muy felices. Eso no
importa nada...?quieres?
--iNo, no!--me respondio--no podriamos... no, iimposible!
--iDespues, si, mi amor!... ?Si, despues?
--iNo, no, no!--redoblo aun sus sollozos.
Entonces sali desesperado, y pensando con rabiosa amargura que aquel
imbecil, al matarse, nos habia muerto tambien a nosotros dos.
Aqui termina mi novela. Ahora, ?quiere verla?
--iMaria!--se dirigio a una joven que pasaba del brazo.--Es hora ya;
son las tres.
--?Ya? ?las tres?--se volvio ella.--No hubiera creido. Bueno, vamos.
Un momentito.
Zapiola me dijo entonces:
--Ya ve, amigo mio, como se puede ser feliz despues de lo que le he
contado. Y su caso... Espere un segundo.
Y mientras me presentaba a su mujer:
--Le contaba a X como estuvimos nosotros a punto de no ser felices.
La joven sonrio a su marido, y reconoci aquellos ojos sombrios de que
el me habia hablado, y que como todos los de ese caracter, al reir
destellan felicidad.
--Si,--repuso sencillamente--sufrimos un poco...
--iYa ve!--se rio Zapiola despidiendose.--Yo en lugar suyo volveria al
salon.
Me quede solo. El pensamiento de Elena volvio otra vez; pero en medio
de mi disgusto me acordaba a cada instante de la impresion que recibio
Zapiola al ver por primera vez los ojos de Maria.
Y yo no hacia sino recordarlos.
#EL SOLITARIO#
Kassim era un hombre enfermizo, joyero de profesion, bien que no
tuviera tienda establecida. Trabajaba para las grandes casas, siendo
su especialidad el montaje de las piedras preciosas. Pocas manos como
las suyas para los engarces delicados. Con mas arranque y habilidad
comercial, hubiera sido rico. Pero a los treinta y cinco anos
proseguia en su pieza, aderezada en taller bajo la ventana.
Kassim, de cuerpo mezquino, rostro exanguee somb
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