e defender heroicamente la fortaleza del Borgo, fue
degollado, junto con su mujer y sus dos hijas, por el victorioso y
sanguinario Orlando Testaferrata. Gruesos, pero exquisitamente
labrados, barrotes abalaustrados sostienen el medio punto que la
remata, en cuyo centro campea orgullosamente, la puerta que
constituye las armas parlantes de la familia, mientras que coronas,
tiaras, espadas y llaves cruzadas, pregonan por doquier los grandes
honores que esta ha gozado desde tiempo inmemorial.
Llego el Principe a su palacio con las primeras sombras de la noche.
Al ascender la escalera de honor, sintio un desmayo y hubiera caido
al suelo, si no se apoyara en el pedestal de una estatua, que
decoraba el primer descanso. Repusose enseguida, y atraveso con paso
rapido la larga galeria del Poniente, seguido de su mayordomo, y
entro en la camara, llamada del Papa Calixto, que habia sido
dispuesta para su dormitorio. Era amplisima y, a diferencia de las
demas estancias del palacio, relativamente sobria. Pocos pero ricos
muebles la exornaban y el techo carecia de _plafond_ alegorico,
motivo por el cual el Principe la prefirio a las demas, pues, como
dijo sonriendo al mayordomo, no queria estar viendo los angeles y
mujeres desnudas de Julio Romano desde su lecho.
Aquella noche, don Fabricio tomo ligerisima comida, y despues se
instalo en su gabinete, a escribir, hasta hora muy avanzada. El
vasto edificio estaba sumido en el mas profundo silencio, pues toda
la servidumbre se habia retirado a descansar, y solo podia oirse el
rasguear de la pluma sobre el papel. Larga fue la carta que escribio
el Principe, y bastante tiempo tomo en leerla y hacerle algunas
correcciones. Por fin la doblo cuidadosamente, y despues de haberla
metido dentro de un sobre grande, la dirigio a una persona de vulgar
apellido, residente en la Republica del Panuco. Se disponia a
lacrarla y sellarla, cuando se dibujo en su rostro una expresion de
sorpresa y de miedo. El gabinete se hallaba contiguo al estudio que
habia sido del Cardenal, y al alzar el Principe la cabeza en busca
del sello, noto que por debajo de la puerta de comunicacion con
aquella estancia, se veia una brillante raya de luz.
Don Fabricio, pasados algunos instantes de sobresalto, logro
dominarse y hasta sonreir; y levantose de su asiento para ir a
apagar la luz, que inadvertidamente habria dejado algun criado
encendida en el estudio. Abrio la puerta resueltamente, ... y ise
helo su sangre!
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