en el mes pasado habia sido
mucho menor que el del correspondiente del ano anterior, un leve
toque en su puerta vino a interrumpir su tarea.
--iAdelante! exclamo.
El Hermano Fuente dio vuelta al picaporte y dijo:
--Padre Ministro; un hombre desea hablarle.
El Padre Hurtado, enemigo de antesalas, fruncio ligeramente el
entrecejo, pero contesto;
--Que pase.
Pocos momentos despues, se presentaba un individuo, cuya descripcion
es ocioso hacer, pues era como miles otros: de cuarenta anos, poco
mas o menos, sano al parecer, y pobre, puesto que el dinero, segun
reza el refran, no puede estar disimulado.
--Buenos dias, Padre.
--Buenos nos los de Dios. ?Que se ofrece?
Padre Hurtado, vengo a ver a usted porque me encuentro en situacion
dificil. No tengo que comer. Desde que paro la fabrica....
--Si os meteis en huelgas, interrumpio el religioso.
--No podia yo nada en contra, y tuve que hacer lo que todos los
companeros. El caso es que el trabajo no se reanuda ni lleva trazas
de serlo. Me muero de hambre, y aunque a Dios gracias, no tengo
nadie que dependa de mi, necesito trabajar. Conozco algo de
jardineria....
--Amigo, dijo el Padre Hurtado, en esta casa no tenemos jardin.
--He trabajado como albanil.
--En esta casa, gracias a Dios, no hay reparaciones ni obras que
hacer por el momento.
--Padre, yo le ruego, yo le suplico que me proporcione algo. Usted
que es un hombre tan practico....
Hay que advertir que todo este tiempo, el Padre Hurtado casi no
habia reparado en su interlocutor, pues mientras sostenia el
dialogo, seguia haciendo numeros; pero al notar un leve acento de
amargura o de reproche en la ultima frase del obrero, alzo la vista
y lo miro fijamente por algunos instantes.
--Repito, prosiguio, que no tengo trabajo que proporcionarle en esta
casa. Pero si quiere usted acudir a nuestro Colegio en Carrion de la
Vega, estoy seguro que su Rector, el Padre Rodriguez, le dara todo
lo que le haga falta.
--Padre, mil gracias, replico el hombre. He confesado y comulgado
esta manana, y estaba seguro que usted me sacaria de apuros. Juan
Gonzalez le sera siempre agradecido. ?Quisiera usted darme, Padre
Ministro, una carta o papel de recomendacion?
El Padre Hurtado tomo una cuartilla, la partio cuidadosamente en
dos, guardando una mitad para uso futuro, y trazo en el papel breves
renglones. La metio dentro de un sobre, lo cerro y dirigio, y lo
entrego a Juan Gonzalez.
Despidiose este,
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