caballo,--habian dado jaque mate al blandon o sea, al Rey!
Despues de algun tiempo, pude dominarme, y con mano tremula repuse
en sus sitios los diferentes objetos, para que nadie, mas que yo, se
diera cuenta del suceso.
La fiesta fue celebrada debidamente, y tanto el Obispo como los
amigos que acudieron a nuestra invitacion, se hicieron lenguas de la
hermosura y riqueza de mi coleccion. Pero yo prestaba escasa
atencion a tales elogios, embargada mi mente con el enigma y las
sospechas que abrigaba contra don Guadalupe Robles. Estas
aumentaron, cuando lo sorprendi, al atardecer, en la penumbra del
corredor, hablando en voz baja con Joaquin, su mozo de estribo y
hombre de toda confianza. Simule no haberlos visto, y pase de largo;
pero resolvi empaquetar mis antiguallas y remitirlas a Mexico,
cuanto antes, mientras encontraba yo la oportunidad de deshacerme
del Administrador.
No se cuanto tiempo despues de haber logrado conciliar el sueno,
rasgo el silencio de aquella noche tal grito de terror, que sigue y
seguira retumbando en mis oidos, mientras yo viva. Lo oyo mi mujer y
desperto asustada; lo oyeron los sirvientes todos, y en breves
momentos, los claustros fueron poblandose de sombras, que inquirian
con voces de miedo que acontecia.
Tome una linterna, y seguido por los mas resueltos, dirigi mis
medrosos pasos hacia el sitio de donde el grito pareciera proceder.
La puerta de la sacristia estaba abierta y comprendi que mis
sospechas se habian confirmado. Entramos. Ni en la sacristia, ni en
la capilla, habia mas luz que la escasa claridad que penetraba por
cupulas y ventanas, y al principio nada pudimos distinguir; pero, a
poco, la tremula luz de la linterna nos hizo ver que todos los
objetos de plata, absolutamente todos, se hallaban amontonados bajo
el coro, cercando, aprisionando en el rincon, a don Guadalupe
Robles, quien, con el cuerpo echado para atras, como reculando,
extendia ambos brazos contra los muros de aquel angulo de la
capilla. Tenia los ojos fuera de sus orbitas, y todo su semblante
era imagen del terror. Lo llame por su nombre, me miro fijamente y
fue su contestacion una carcajada.
EL SOMBRERO DEL REY DE TIBOTU
CUENTO PARA NINOS.
A JULIO TORR
El Rey de Tibotu tenia (naturalmente) tres hijos. El mayor se
llamaba Chapachapa, el segundo Chopochopo, y menor Chipichipi. El
rey era muy rico: poseia diez y siete sombrillas de todos colores,
un tapa-rabo verde y am
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