ogre conciliar intranquilo y mil
veces interrumpido sueno. Recuerdo que aquella noche fui testigo de
los episodios mas sangrientos de la conquista de Mexico. Los
sacerdotes aztecas abrian el pecho de sus victimas y arrancabanles
el corazon, palpitante aun, para ofrecerlo al terrible Huichilobos,
que presidia el Cu mayor... Constantemente se oia el rumor de la
pelea y arroyos de sangre por todos lados me cercaban... Retumbo en
mis oidos el "triste sonido" del tambor que, segun Bernal Diaz,
podia oirse a dos leguas de distancia, y desperte excitado. La
Campana mayor de la Catedral sonaba lugubremente.
* * * * *
Con la codiciada aurora, recobre la tranquilidad de espiritu.
Trabaje todo el dia en el archivo del Cabildo, en donde pude hallar
los documentos que buscaba, y hasta llegue a olvidar los extranos
sucesos de la vispera.
Pero al llegar a mi habitacion en la tarde, encontre que me
aguardaba alli el Padre Montero. Al verlo me senti de nuevo
avergonzado y culpable.
--iHola! Dije, procurando demostrar completa tranquilidad. iCuanto
gusto de verte! ?Quieres que demos un paseo por las margenes del
rio, antes de que llegue la noche?
--Rafael, exclamo, sin hacer caso de mi pregunta. ?Te acuerdas del
papagayo de Huichilobos que viste ayer?
--Si, dije casi como un reto. ?Se descubrio ya el autor del
atentado?
--Eso no seria facil en tan corto espacio de tiempo. Lo que quiero
contarte, puesto que confio en tu discrecion, es lo siguiente: Has
de saber que Su Eminencia, que es hombre activo, envio ayer mismo un
mensaje a la Corte, para que viniese en seguida uno de los mejores
joyeros y restaurase cuanto antes el desperfecto causado al
papagayo. Llego en el tren del medio dia y el Dean, el Tesorero y yo
hemos ido esta tarde a recoger la joya para entregarsela; pero,
calcula icual seria nuestra sorpresa, al abrir el cofre y ver que el
papagayo ha desaparecido! Como ha podido llegar hasta alli el
ladron, nadie ha podido explicarselo.
Instintivamente nos habiamos acercado a la ventana, pues la puesta
de sol prometia ser hermosisima aquella tarde. Las gargolas y demas
partes salientes de la enorme catedral tenian ya perfiles de fuego,
y las copas de los arboles de la plazoleta y hasta las hortensias de
mi balcon empezaban a tenirse de carmin.
Subitamente, mi companero dio un grito de sorpresa. Dirigiendo la
mirada hacia el lugar que febrilmente senalaba, vi al Papagayo de
Huichilo
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