de su palacio de Madrid; y hasta vi en lontananza la
publicacion de varios trabajos de indole historica, que desde hacia
muchos anos codiciaba, y los cuales, sin embargo, permanecen
ineditos, su mayor parte todavia dentro de mi tintero. Todo lo
contrario de lo que yo esperaba, el magnate resulto ser un
investigador incansable, y mientras el dedicaba largas horas a
explorar en los archivos de la Corte, me enviaba a menudo en busca
de documentos a Provincias.
Asi fue que en el verano pasado di con mis cansados huesos en la
historica y hoy muerta ciudad de Alcala del Rio, en lugar de
marcharme, como hubiera deseado, a veranear a la costa. Estaba yo en
visperas de contraer matrimonio, y aunque el sueldo que disfrutaba
no era corto, no desperdiciaba medio alguno de hacer economias. Por
lo tanto no quise alojarme en el principal hotel de la localidad,
que a pesar de ser malo era caro, sino que busque mas modesta
vivienda. Despues de recorrer varias fondas, decidi aceptar la
habitacion que en su casa me brindaba cierta viuda, mediante muy
reducido estipendio. Era una pieza humildisima, sin duda alguna,
pero limpia como una patena, y lo que mas me atrajo fue el risueno
aspecto de su balcon. Como soy ignorante en botanica, no podre decir
con exactitud que plantas eran las que tan profusamente lo
adornaban, pero me parece que las que crecian en el viejo bote de
petroleo eran azaleas, y estoy seguro que habia hortensias en una
barrica, geranios en varios cacharros desportillados, y
"no-me-olvides" en una lata de sardinas. Desde el interior del
cuarto, solo se veia el muro de la torre de la Catedral, pues la
calle que mediaba era sumamente estrecha; pero cuando me asome al
balcon, grata fue mi sorpresa al hallar que habia delante del famoso
templo una plazoleta con arboles, y que como aquella era la parte
mas alta de la ciudad, dominaba la vista las extensas y pintorescas
vegas del contorno.
Nunca he dormido tan bien como la primera noche que pase en aquella
modesta alcoba. A pesar de haber dejado abierta la ventana, pues lo
permitia la temperatura, no sufri ruido molesto de ninguna especie.
Al contrario, creo que me arrullo suavemente el constante y sonoro
toque de campanas.
Desperte temprano, como es mi costumbre, y desde el lecho empece a
admirar de nuevo el grato aspecto de mi balcon florido: las
hortensias, con sus esferas de azul y rosa; las azaleas y geranios,
con sus variados tonos de rojo y blanco; mas ?que era esa
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