las
multiples bellezas que encierra. Como acontece siempre en los
recintos historicos, varios guias se ofrecieron a acompanarme, pero
yo los rechace a todos, deseando saborear a solas tanta obra
de arte.
Repentinamente oi una exclamacion de sorpresa y, volviendo el
rostro, me encontre cara a cara con el Padre Montero, mi antiguo
condiscipulo, a quien no habia visto en cinco anos. Fungia de
Sacristan mayor de la Catedral y llevaba un manojo de enormes
llaves, pues era hora de cerrar el templo, para volver a abrirlo a
las tres de la tarde. Inutil me parece relatar el gusto que me dio
volver a ver a tan buen amigo mio. Convidome a almorzar y prometio
ensenarme el mismo, despues, las mil maravillas que poseia aquel
cabildo y que raras veces se exponian al publico.
Sonaban las tres, cuando el Padre Montero y yo, empezamos a recorrer
el salon de cabildos, las sacristias mayor y menor, la claveria, el
camarin de Nuestra Senora de las Rosas, el vestuario y demas
dependencias. Solo con enumerar las multiples bellezas que me mostro
se llenaria un volumen; y cuando crei que habia terminado mi visita,
me anuncio con cierta satisfaccion:
--Te falta ver lo principal: el tesoro.
Ante una puerta de roble con remaches de hierro, que al principio
crei daria acceso a la escalera de la torre, un canonigo nos
esperaba rezando su oficio. Hechas las presentaciones del caso, el
Tesorero abrio la pesada puerta de madera, y aparecio otra, moderna,
semejante a la de una caja fuerte. La abrio a su vez, y en seguida
una fuerte reja, que todavia impedia el paso. Pero ni ese aparato de
seguridad haria sospechar la riqueza que en aquel aposento se
guardaba. Mas de una hora permanecimos admirando custodias, calices,
atriles, estatuas y toda clase de joyas, cuyo interes acrecentaban
los eruditos informes del canonigo. Subitamente, deje escapar un
grito de sorpresa. iAlli, delante de mis ojos, encerrado dentro de
una vitrina y posado dentro de una peana de oro, se hallaba un
pajaro identico a mi visitante de aquella manana! Estaba cuajado de
esmeraldas, rubies, diamantes, en fin, de la mas rica pedreria que
pueda imaginarse; y labrado todo con tal arte, que a primera vista
parecia estar vivo.
Comprendo su emocion, dijo el canonigo. Esta reputada esta joya como
una de las mas notables de que hay noticia. Con decir a usted
que el Museo Britanico ha ofrecido millones,--asi como suena,
millones,--por ella, se dara usted cuenta de su alto merito
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