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e era de mi propiedad, y en el fondo de la bolsa de mi abrigo un bulto pequenisimo, envuelto en gasa. Eso naturalmente no lo vio el buen hombre. Matilde estaba ya en su lecho, cuando fui a darle las buenas noches. Note que se estremecio un poco al verme entrar en su alcoba; pero yo la tranquilice con una sonrisa, y me acerque a besar su casta frente. Todo lo tenia yo habilmente preparado, y fue cuestion de medio segundo aplicarle el cloroformo y adormecerla. Una vez logrado esto, pude proseguir mi tarea con toda calma. En realidad, la operacion fue sencillisima: se redujo a abrirle el pecho y colocar en el sitio correspondiente el corazon de la joven. Y aqui debo consignar una cosa extraordinaria. Apenas habia yo comenzado la operacion, cuando aparecieron sobre las sabanas dos o tres rosas rojas, que fueron multiplicandose, hasta cubrir casi todo el lecho. El exito de la operacion, no por previsto dejo de satisfacerme; al contrario, con el mayor gusto del mundo, me sente al lado de mi mujer esperando que despertara de su sueno. Su nuevo corazon latia tan regularmente, que cualquiera hubiera creido que era el tic-tac del reloj que se hallaba sobre la mesa de noche... Hasta mucho despues del amanecer permaneci alli, admirando la peregrina belleza de mi mujer, que se destacaba esplendidamente sobre su lecho de rosas rojas. No se que hora seria, cuando entro la doncella en la alcoba. Como es una mujer muy lista, en seguida comprendio el prodigio y salio de la estancia dando gritos de admiracion. Pocos momentos despues, llegaron los hermanos de Matilde y muchas otras personas. Por mas que hice para hacerlos comprender que la operacion que habia yo llevado a cabo era en realidad muy sencilla, se obstinaron en traerme, casi a la fuerza, a este palacio, en donde tienen su morada los hombres mas eminentes de la tierra... En efecto, vea usted: aquel caballero del sombrero alto y la corbata amarilla es el Gran Khan de la China; el otro, que se pasea con las manos detras de la espalda, es Lopez, el famoso ingeniero Lopez, quien logro construir el puente entre la tierra y el sol, obra reputada durante mucho tiempo como impracticable. El que esta leyendo el periodico y tiene los zapatos rotos es el Emperador y Autocrata de todas las Americas, y aquel anciano a su lado que se mece la barba,--ese es, !ah! no me atrevo a decir a usted quien es. Pero me ha prometido que en cuanto llegue mi mujer y se arroje en mis brazos, formidab
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