ra, al contrario, amplisima. Inutil
me parece decir que esta me fue cedida por mi amigo, y al penetrar
en ella, grata fue mi sorpresa al encontrarla muy fresca, y ver que
la cama se hallaba colocada al lado de una puerta-ventana que
comunicaba con el corredor o galeria abierta, que abarcaba todo el
frente y un costado del piso superior de la casa. Media este
corredor unos cuatro metros de anchura por otros tantos de
elevacion, estaba abovedado, y por los amplios arcos se esbozaba el
encantador paisaje, que en las sombras de la noche, poseia una
dulzura y serenidad poco comunes, perfumado el ambiente con las
diversas plantas de aquellos climas.
A pesar del cansancio que sentia, permaneci no corto espacio de
tiempo en la soledad de aquella galeria, perdido en mis
pensamientos, y con un leve zumbar de oidos, _oia el silencio_, que
solo interrumpia, de vez en cuando, el ladrar de un perro en el
"real" no lejano.
Por fin me meti entre sabanas, dejando la ventana abierta, y en
seguida quede dormido.
No supe cuanto tiempo lo estuviera, cuando me desperto el fuerte
toser de una persona. Esta parecia hallarse en el corredor, a pocos
pasos de mi, y deduje en seguida que era el "velador", que en toda
hacienda suele rondar de noche. Como la tos no cedia, sino, al
contrario, agravabase de tal manera, que el pobre hombre parecia
correr riesgo de ahogarse, salte del lecho para prestarle ayuda;
pero ?cual no seria mi sorpresa, cuando sali a la galeria, de hallar
que no solo ceso la tos, sino que el velador o lo que fuera, no se
encontraba alli! Torne a acostarme, y a los pocos momentos, se
repitio el suceso con identicos resultados, y dos y tres veces mas,
hasta que llegue a suponer que el hombre se hallaria en algun
apartado rincon del corredor, el cual, por ser abovedado,
transmitiria el eco de la tos, haciendola oirse como si fuese en la
puerta misma de mi alcoba.
A la manana siguiente, relatado el desagradable incidente que
interrumpio mi sueno, quiso Antonio averiguar quien fuera el velador
que habia pasado tan mala noche en la galeria; pero el Administrador
contesto rotundamente que nadie, pues en aquella epoca de completa
tranquilidad era innecesaria la presencia de semejante sirviente. Y
a las reiteradas instancias de que alguien tenia que haber sido, la
contestacion, despues de ser interrogados todos los dependientes y
criados, fue siempre la misma.
Sin darle mas importancia al asunto, pues en realidad poco tenia,
|