rincon del aposento, se
hallaba un gran cofre de hierro, cubierto, casi en su totalidad, con
clavos y remaches de bronce. Este era, sin duda alguna, el cofre al
cual el moribundo habia querido referirse, pero la llave no habia
podido encontrarse y el secreto, si secreto habia en el,
permanecia ignorado.
Por milesima vez, don Alejandro dirigio la mirada hacia el angulo de
la estancia, y se extremecio al ver que el cofre se hallaba abierto.
La pesada tapa descansaba contra el muro, dejando ver el vetusto y
complicado mecanismo de su cerradura.
Mucho tiempo permanecio el anciano sin poder apartar de aquel sitio
los espantados ojos. Por fin, haciendo un supremo esfuerzo, abandono
su sitial al lado de la chimenea, y con una sensacion de espanto, se
dirigio hacia el cofre. Al principio nada pudo distinguir en el
interior, pero pocos momentos despues, vio un rectangulo amarillento
que yacia en el fondo. Hincose de rodillas y con mano tremula
extrajo aquel objeto. Era un sobre, manchado por el transcurso del
tiempo, sin rotulo de ninguna especie.
Repentino y formidable estrepito hizole volver el rostro
amedrentado, y vio que la tapa del cofre habia caido en su sitio,
cerrandolo de nuevo.
Volvio al lado del hogar, para leer el contenido del sobre: pero sus
manos estaban de tal manera temblorosas, que no pudo verificarlo.
Despues de algunos instantes, logro conquistar relativa
tranquilidad; abrio la cubierta y con ojos de terror, extrajo el
pliego que contenia. Pero le daba vueltas la cabeza, y tuvo que
apoyarse en la butaca para no caer al suelo. Fijo de nuevo la vista
en el fuego del hogar, y vio claramente la pavorosa escena de la
muerte de su madre. Anonadado, miro el anciano furtivamente a su
alrededor, temiendo ser observado, y decidio hacer un esfuerzo para
leer el pliego; pero el papel se escapo de sus temblorosas manos y
cayo entre las llamas que lo consumieron vorazmente.
Don Alejandro miro hacia el rincon en donde estaba el cerrado cofre
y se acerco mas aun a la chimenea, pero, a pesar de su proximidad al
fuego sentia frio.
TRISTIS IMAGO
Hablabamos, mi amigo y yo, de cosas indiferentes y triviales. El
sol, proximo a desaparecer, arrojaba sobre la tierra una luz calida
y rojiza, y el bochorno que entraba por la abierta ventana parecia
esparcirse por todo el aposento. Las columnillas de humo de nuestros
cigarros subian hasta juntarse en ligeras nubes que iban anidando en
los casetones del ar
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