-pues
ostentaba, como unicas galas, extensos magueyales y uno que otro
eucalipto en medio de los campos de maiz y de cebada,--hacian de la
Hacienda de San Isidro Labrador un sitio que a muchos repugnaba,
pero que a otros, al contrario, atraia por su misma desnudez y
severidad. Inutil me parece decir que para nosotros era un verdadero
"buen retiro"; en aquellos tiempos todavia se conservaban muchas de
las costumbres del Virreinato, y mi padre era para los peones y
sirvientes, mas que el amo a quien se debia respeto, el jefe de una
dilatada familia.
La capilla era quiza la estancia mas interesante de la Hacienda. No
era amplia, pero ostentaba enorme retablo de madera dorada, al
estilo de churriguerra, zocalo de azulejos, y pavimento de marmol en
locetas blancas y negras, alternadas. Lo que mas me llamaba la
atencion eran los sepulcros de mis antepasados. Empotrados en ambas
paredes laterales del presbiterio, hallabanse los nichos cubiertos
con sendas placas de alabastro, grabados con largos epitafios; y mas
de una vez, desde que empece a leer, me distraje durante la Misa o
el Rosario, procurando descifrar aquellos letreros, para mi
atravesados e inintelegibles.
Una noche, camino de mi alcoba, ocurrioseme hacer esta pregunta:
--Angustias, ?Que hacen los muertos de la capilla, en la noche?
Y la india, sin titubear, contesto:
--Juegan al ajedrez.
Yo que casi todas las noches, al requerir la bendicion de mi padre,
lo encontraba en la biblioteca jugando al ajedrez con don Pepe
Davalos, Presidente Municipal del pueblo comarcano, no me sorprendi
de la respuesta. Un juego en que dos senores se sentaban frente a
frente, durante largo espacio de tiempo, sin proferir palabra y sin
mover apenas las curiosas piezas de madera que entre si tenian, y
que se prestaban de manera tan admirable para jugar a los
soldaditos; un juego asi, repito, me parecia mas aproposito para
muertos que para vivos; y la contestacion de Angustias fue
convincente.
--Si; continuo el ama. Todas las noches, en cuanto tu te acuestas a
dormir, ellos se ponen a jugar al ajedrez hasta que llega el Padre a
decir misa. Entonces se vuelven a sus sepulcros, que son, como si
dijeramos, sus camas, y duermen durante el dia.
Y dichas las oraciones de costumbre, por mis padres y hermanos, y
otra, que para mi coleto decia, por mi caballo "El Confite", quede
al momento dormido.
II
Muchos anos despues, cuando regrese de Espana, casado ya con mujer
de
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