emprendimos la visita del vasto edificio, remedo de fortaleza,
convento y casa de campo, todo en uno, que databa del siglo XVI; la
magnifica iglesia, cuya torre y cupula reverberaban en sus azulejos
los rayos del sol tropical; y la casa de calderas, o ingenio
propiamente dicho, enorme edificio completamente moderno y, para mi,
ayuno de interes. Al recorrer la azotea de la casa, Antonio hizo la
presentacion del curioso personaje que la vispera llamara mi
atencion. iEra una estatua de piedra! Y no pude menos que echarme a
reir al verla: esculpida con la mayor rudeza, representaba a un
individuo de anguloso y desproporcionado aspecto, sentado al borde
de la azotea, con las piernas cruzadas, mas abajo de las rodillas, y
con las manos en actitud de batir palmas. Para que nada faltase a
esta obra de arte, hallabase embadurnada, desde la punta del
exagerado sombrero hasta los pies, de un brillante color de rosa.
--Aqui tienes, dijo Antonio, a la persona que prometi presentarte.
Como ves, es una obra de arte. Se llama Herrera Goya. Para que no te
rias de un miembro de la familia, te contare que Don Joaquin de
Herrera Goya fue antepasado mio, aunque no en linea recta, pues
murio soltero; su hermana, mi cuarta abuela, heredo de el esta
hacienda y no se si a ella se deba tan hermosa estatua. Es costumbre
pintarla cada ano; asi como hoy la ves color de rosa, ha estado
pintada de celeste, amarillo, verde, de todo menos de negro, pues
hay aqui la creencia,--cosas de los indios,--que si llegara a
pintarse de ese color, ocurriria alguna desgracia. La postura de sus
manos indica, no que va a aplaudir, sino que la distancia que con
ellos mide es el tamano de los panes de azucar que en su hacienda se
fabricaban y que llenaron sus bolsillos de doblones. La tradicion no
cuenta cosas muy halagadoras para este senor; te las referire
algun dia.
No dejo de caerme en gracia el ridiculo personaje, y al bajar al
patio y verlo desde alli, note que se hallaba emplazado sobre el
corredor, precisamente encima del sitio en donde a aquel daba acceso
a la puerta-ventana de mi dormitorio.
La huerta de la finca, extensa y feraz, llamo mi atencion por su
aspecto oriental, debido en gran parte, a una alberca con surtidor
que en ella habia. A mi observacion contesto Antonio:
--Si. Mi madre la llama "El Jardin de la Sultana". No te sientes
ahi, agrego al ver que me disponia a hacerlo sobre un ancho banco, o
poyo de piedra, cercano. Aqui estaras mas
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