rido cuarenta y ocho horas. Hasta creyo adivinar en uno de los
periodicos vagas alusiones a los informes de cierto ingeniero
protegido de Fontenoy.
Cuando volvio a encontrar a Federico en su biblioteca, todavia le vio
mas viejo y mas desalentado que en la noche anterior. Sobre una mesa
estaban los mismos diarios que habia leido el.
--Quieren llevarme a la carcel--dijo con voz doliente--. Yo, que nunca
he hecho mal a los demas, no comprendo por que se encarnizan de tal
modo conmigo.
En vano intento Robledo consolarle.
--iQue vergueenza!-siguio diciendo--. Jamas he temido a nadie, y sin
embargo, no puedo sostener la mirada de los que me rodean. Hasta
cuando me habla mi ayuda de camara bajo los ojos, temiendo ver los
suyos... iQue diran de mi en mi propia casa!
Luego anadio, encogido y humilde, como si hubiese retrocedido a los
anos de su infancia:
--Tengo miedo de salir. Tiemblo solo de pensar que puedo ver a las
mismas personas que he encontrado tantas veces en los salones, y me
sera preciso explicarles mi conducta, sufrir sus miradas ironicas, sus
palabras de falsa lastima.
Callo, para anadir poco despues con admiracion:
--Elena es mas valiente. Esta manana, despues de leer los periodicos,
pidio el automovil para ir no se donde. Debe estar haciendo visitas.
Me dijo que era preciso defenderse... Pero ?como voy a defenderme si
es verdad que he autorizado con mi firma esos informes sobre negocios
que no conozco?... Yo no se mentir.
Robledo intento en vano infundirle confianza, como en la noche
anterior. Su optimismo carecia ya de fuerzas para rehacerse.
--Tambien mi mujer cree, como tu, que esto puede arreglarse. Ella se
siente tan segura de su influencia, que nunca llega a desesperar.
Tiene en Paris muchas amistades; le quedan muchas relaciones de
familia. Se ha ido esta manana jurando que conseguira desbaratar las
tramas de mis enemigos... Porque ella supone que tenemos muchos
enemigos y esos son los que intentan perderme, buscando un pretexto en
la quiebra de Fontenoy... Elena sabe de todo mas que yo, y no me
extranaria que consiguiese hacer cambiar la opinion de los periodicos
y la del mismo juez, desvaneciendo esas amenazas disimuladas de
proceso y de carcel.
Se estremecio al pronunciar la ultima palabra.
--iLa carcel!... ?Ves tu, Manuel, a un Torrebianca en la carcel?...
Antes de que eso ocurra, apelare al medio mas seguro para evitar tal
vergueenza.
Y recobraba su antigua energia vibra
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