os, que nos llevasen a sus Casas: i algunos de
ellos, que havian estado en la Nueva-Espana, respondieron, que no se
debia hablar en ello, porque si a sus Casas nos llevaban, nos
sacrificarian a sus Idolos: mas visto que otro remedio no havia, i que
por qualquier otro camino estaba mas cerca, i mas cierta la muerte, no
cure de lo que decian, antes rogue a los Indios, que nos llevasen a sus
Casas, i ellos mostraron que havian gran placer de ello, i que
esperasemos vn poco, que ellos harian lo que queriamos; i luego treinta
de ellos se cargaron de lena, i se fueron a sus Casas, que estaban lexos
de alli, i quedamos con los otros hasta cerca de la noche, que nos
tomaron; i llevandonos asidos, i con mucha priesa, fuimos a sus Casas, i
por el gran frio que hacia; i temiendo que en el camino alguno no
muriese, o desmaiase, proveieron, que oviese quatro, o cinco fuegos mui
grandes, puestos a trechos, i en cada vno de ellos nos escalentaban: i
desque vian que haviamos tomado alguna fuerca, i calor, nos llevaban
hasta el otro, tan apriesa, que casi los pies no nos dexaban poner en el
suelo: i de esta manera fuimos hasta sus Casas, donde hallamos que
tenian hecha vna Casa para nosotros, i muchos fuegos en ella: i desde a
vn hora que haviamos llegado, comencaron a bailar, i hacer grande fiesta
(que duro toda la noche) aunque para nosotros no havia placer, siesta,
ni sueno, esperando quando nos havian de sacrificar, i la manana nos
tornaron a dar Pescado, i Raices, i hacer tan buen tratamiento, que nos
aseguramos algo, i perdimos algo el miedo del sacrificio.
_CAP. XIII. Como supimos de otros Christianos._
Este mismo dia Yo vi a vn Indio de aquellos vn Rescate, i conosci que no
era de los que nosotros les haviamos dado: i preguntando donde le havian
havido, ellos por senas me respondieron, que se lo havian dado otros
Hombres como nosotros, que estaban atras. Yo viendo esto, embie dos
Christianos, i dos Indios, que les mostrasen aquella Gente, i mui cerca
de alli toparon con ellos, que tambien venian a buscarnos, porque los
Indios que alla quedaban, los havian dicha de nosotros, i estos eran los
Capitanes Andres Dorantes, y Alonso del Castillo, con toda la Gente de
su Barca. Y llegados a nosotros, se espantaron mucho de vernos de la
manera que estabamos, i rescibieron mui gran pena por no tener que
darnos, que ninguna otra cosa traian, sino la que tenian vestida. Y
estuvieron alli con nosotros, i nos contaron, como a cinco
|