ra cosa es cantar el _gori gori_ en la catedral
y ensenar latin en el Instituto... Vea usted de que
le vale a mi hijo el ser sobrino de usted y el haber sacado
[20] tantas notas de sobresaliente, y ser el primor y la gala de
Orbajosa... Se morira de hambre, porque ya sabemos
lo que da la abogacia, o tendra que pedir a los diputados un
destino en la Habana, donde le matara la fiebre amarilla....
--iPero mujer!
[25] --No, si no me apuro, si ya callo, si no le molesto a usted
mas. Soy muy impertinente, muy llorona, muy suspirona,
y no se me puede aguantar, porque soy madre carinosa y
miro por el bien de mi amado hijo. Yo me morire, si
senor, me morire en silencio y ahogare mi dolor, me bebere
[30] mis lagrimas para no mortificar al senor canonigo... Pero
mi idolatrado hijo me comprendera, y no se tapara los oidos
como usted hace en este momento... iay de mi! El
pobre Jacinto sabe que me dejaria matar por el, y que le
proporcionaria la felicidad a costa de mi vida. iPobrecito
nino de mis entranas! Tener tanto merito, y vivir condenado 196
a un pasar mediano, a una condicion humilde, porque
no, senor tio, no se ensoberbezca usted... Por mas que
echemos humos, siempre sera usted el hijo del tio Tinieblas,
[5] el sacristan de San Bernardo... y yo no sere nunca mas
que la hija de Ildefonso Tinieblas, su hermano de usted, el
que vendia pucheros, y mi hijo sera el nieto de los Tinieblas
... que tenemos un tenebrario en nuestra casta, y
nunca saldremos de la obscuridad, ni poseeremos un pedazo
[10] de terruno donde decir: "esto es mio," ni trasquilaremos
una oveja propia, ni ordenaremos jamas una cabra propia, ni
metere mis manos hasta el codo en un saco de trigo trillado
y aventado en nuestras eras... todo esto a causa de su poco
animo de usted, de su boberia y corazon amerengado....
[15] --iPero... pero mujer!
Subia mas de tono el canonigo cada vez que repetia esta
frase, y puestas las manos en los oidos, sacudia a un lado y
otro la cabeza con doloroso ademan de desesperacion. La
chillona cantinela de Maria Remedios era cada vez mas
[20] aguda, y penetraba en el cerebro del infeliz y ya aturdido
clerigo como una saeta. Pero de repente transformose el
rostro de aquella mujer, mudaronse los planideros sollozos
en una voz bronca y dura, palidecio su rostr
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