hora, de ser hombre de bien, ni de cumplir, por
consiguiente, con todos los deberes que se le imponian en las
dificilisimas circunstancias por que atraveso. Ademas, don Damian habia
ido a America muy bien recomendado y con una educacion bastante mas
esmerada que la que llevan ordinariamente a aquellas envidiadas regiones
los pobres montaneses. Todas estas circunstancias que obraron como base
principal de la riqueza de don Damian, le obligaban a exponerselas a
cuantos iban a pedirle cartas de recomendacion para la Habana, y a
consultarle sobre la conveniencia de salir a probar fortuna. Cuando
semejantes consideraciones no bastaban a desencantar a los ilusos, daba
la carta que se le pedia, y a las veces su firma garantizando el pago
del pasaje desde Santander a la Habana.
Los padres de Andres oyeron del generoso indiano las reflexiones mas
prudentes y los mas sanos consejos, cuando a pedirselos fueron en vista
de las reiteradas insinuaciones de aquel. En obsequio a la verdad, la
mujer del tio Nardo no necesitaba de tantas ni tan buenas razones para
oponerse a los proyectos de su hijo: era su madre, y con los ojos de su
amor veia a traves de los mares nubes y tempestades que obscurecian las
risuenas ilusiones del ofuscado nino; pero el tio Nardo, menos aprensivo
que ella y mas confiado en sus buenos deseos, apoyaba ciegamente a
Andres; y entre el padre y el hijo, si no convencian, dominaban a la
pobre mujer, que, por otra parte, respetaba mucho las _corazonadas_, y
jamas se oponia a lo que pudiera ser _permision del Senor._ El parroco
del lugar le habia dicho en muchas ocasiones que Dios hablaba, a veces,
por boca de los ninos; y por si a Andres le habia inspirado el cielo su
proyecto, se decidio a respetarle en cuanto le pareciese deber hacerlo
asi.
Sobreponiendose, pues, a las reflexiones del indiano la fuerza de
voluntad de Andresillo y la buena fe de su padre, el primero prometio su
proteccion al segundo; y desde aquel dia no se penso mas en la casita
que conocemos que en arreglar el viaje lo mas pronto posible.
Los preparativos al efecto eran bien sencillos: sacar el pasaporte y
hacer el equipaje.
Este se componia:
De tres camisas de estopilla;
Un vestido completo de mahon, de dia de fiesta;
Otro idem id. id., para diario;
Una colchoneta y una manta, y
Un arca de pino, pintada de almagre, para guardar, durante el viaje, la
ropa que Andres no llevase puesta.
Del pago del pasaje se encargo don Dam
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