leria gruesa, que ellos tambien se
irian en paz a sus pueblos. Habiendo expresado otra vez Gomez
Freire esto mismo por billetes, escusaba dar respuesta a cosa
alguna, por ignorar el la lengua de los indios, ni entender
bastantemente lo que decian. Se decia que los capitanes
espanoles se habian escandalizado con las cartas recibidas, pero
no constaba suficientemente que cosa en especial encendiese asi
sus animos. Tambien vinieron por este tiempo algunas numerosas
tropas de gentiles Guanas y Minuanes al socorro: a todos los
cuales armaron los indios, senores de las tierras, con lanzas,
saetas y caballos, y asi juntaron un ejercito de 2,000 poco mas
o menos, y se mostraban con arrojo desde lejos al enemigo. Con
todo eso aun no parecia oportuno encolerizarse, y venir a las
manos, por estas causas: especialmente porque el enemigo por
aquella parte, donde el rio se descubria, se ocultaba a si y a
sus tropas, en lo denso de los bosques: aunque alguna vez habia
salido de la selva desplegando sus banderas rojas, como deseoso
de pelear. Mas luego que veia que el numeroso ejercito de indios
se preparaba para la lidia, se retiraba a sus asperezas. Se
sospechaba que queria solamente atraer a los indios a las
asechanzas y ardides militares que tuviese preparado entre los
montes. Por tanto los indios, ensenados con las trampas o
enganos, que poco ha les habian hecho en el castillo, se
portaban con mas cautela en acometer a tan cobardes enemigos,
usando tambien del dictamen, que aunque los Portugueses en
repetidas veces llamaban para hablar a los principales de los
pueblos, ellos se les negaban, excepto uno. Aquellos que estaban
de la otra parte del rio con Gomez Freire, los capitanes y los
bagajes, que era la mayor parte del ejercito, estaban defendidos
por el rio: porque, siendo bastantemente grande, con la lluvia
de semanas enteras habia crecido inmensamente, y por esto,
estandoles impedido un vado que hace, precipitandose de los
vecinos montes, el cual solo los indios lo saben, y lo ignoraba
el enemigo, estaban seguros en la ribera opuesta.
53. Oportunamente, en el Salto del Uruguay o de las Tortugas, en
donde, como se decia, los otros reales de enemigos, a saber, los
Espanoles se habian juntado con el Gobernador de la ciudad del
Puerto, se deslizaron en partes, o desertaron muchos. Porque
como el ejercito, que poco ha habia salido de estos pueblos del
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